Citando la Regla, las meditaciones de su retiro llevan a Eugenio a comentar acerca de algunas áreas de la relación con el Salvador en las actividades cotidianas.
El ministerio que realizan les atrae gratitud, alabanza y aclamación. Por lo cual es importante darse cuenta de que son solo instrumentos de Jesús el Salvador. Requieren cultivar la humildad (decir “Se trata de ti, Jesús, no de mi”) y de una sencilla cooperación con su superior (“Se trata de nosotros, la comunidad, y no de mí.”)
“Muy estrechamente unidos por los lazos de la más ardiente caridad, todos serán exactos en la práctica de la santa obediencia bajo la dirección de los superiores”.
No se trata solo del Superior General. ¿Qué decir entonces de las murmuraciones, qué decir de los prejuicios?
“Por esta forma de vida, se harán bien versados en la virtud de la humildad…”. Sometiéndose con humildad al que ha sido elegido de entre los hermanos para representar a Jesucristo, para que mande en Su nombre y para que se le obedezca “con exactitud” y se le reconozca por la humildad que les es infinitamente necesaria “se harán bien versados en la virtud de la humildad, virtud que no dejarán de implorar a Dios, pues es absolutamente necesaria para el riesgoso ministerio al que están comprometidos.”
Luego, Eugenio comenta sobre la razón de estas precauciones: el crédito le pertenece a Dios y no a nuestras “pretensiones.”
Y he aquí la razón: “Tan rico es en verdad el fruto de este ministerio, que debe temerse que tan maravillosos logros – debidos como son a la gracia solamente y cuya gloria en consecuencia corresponde solo a Dios – pueda ser una peligrosa trampa para un misionero imperfecto, que no haya cultivado lo suficiente esta virtud fundamental e indispensable. ¡Quedan pues avisados los soberbios!
Notas de Retiro, Octubre 1831, EO XV núm. 163