En las notas de retiro previas, hemos visto que cuando Eugenio utilizaba el método de retiro Ignaciano, se rehusaba a meditar sobre el infierno, que requería imaginara cosas horribles. Creía que era evocar imágenes de un mundo fantasioso que le repugnaba.
12º Admitiré con gusto también el del infierno que poco motivaba mis otros retiros, pero si quiero me sea útil, debo hacer todo lo contrario de lo que indican algunos libros. Nada de composición de lugar, nada de descripciones de demonios ni de condenados, nada de detalles de tormentos, pues pienso que toda esa fantasmagoría empleada, lejos de espantar mi espíritu, me subleva y perjudica mi convicción, al negarme a creer cosas o al menos tomarlas como exageradas o como producto de la imaginación de otro.
Para Eugenio, el infierno era “la privación de Dios” – el peor castigo imaginable para quien amaba apasionadamente a Dios, a quien había hecho la oblación de su vida:
Me atendré pues a lo que es de fe, y por encima de todo, a la consideración de la privación de Dios como opuesta a la felicidad de los elegidos en el cielo.
Me convenceré también de la futilidad de las cosas cuya búsqueda puede llevar a perder el único bien, que es Dios.
Propósitos de Retiro, Octubre 1831, EO XV núm. 162