Al expresar sus sentimientos acerca de los Oblatos que no vivían a la altura de los excelsos ideales de la Regla de Vida, Eugenio se dio cuenta de que había sido muy negativo y poco realista, por lo que escribe a Henri Tempier al día siguiente:
Le ruego, mi querido amigo, quemar la hoja anterior. Este desahogo es para usted, a quien no tengo nada que ocultar, pero si alguien más lo leyera, podría ser malinterpretado y pensarse que no valoro a los hermanos que Dios nos ha dado, pues con toda certeza, son muchos a quienes estimo.
Indudablemente Eugenio nunca escatimó esfuerzos para ayudar a sus hijos Oblatos a incrementar su celo como misioneros, confiando en Dios.
Algunos no pueden dudar de que, aun amándolos, los quisiera distintos de como son, ya que no ceso de decírselo y lo he escrito al presentarse la ocasión. Por lo demás, debemos bendecir a Dios por las esperanzas que tenemos en el porvenir.
En toda su vida, el Beato Alfonso de Ligorio no fue más feliz que nosotros.
Carta a Henri Tempier, Agosto 1°, 1830, EO VII núm. 351
El Padre Tempier escribió al margen de esta carta, probablemente después de fallecer el Fundador en 1861, “En ese entonces no me atreví a romper la carta y arrojarla al fuego, como mi venerado Padre me solicitó y menos aún lo haré hoy”.
“La iglesia es un hospital para los pecadores, no un museo para los santos.” Abigail Van Buren