Eugene continúa describiendo su alegre celebración de Pascua en el seminario:
Recorría en espíritu las iglesias de toda la tierra, en las que en el mismo momento resonaban en las bóvedas las alabanzas al Salvador resucitado.
Estaba en Aix, estaba en Roma, estaba en China, en todas partes hallaba la misma alegría por el mismo motivo. No contento con ese concierto de todos los cristianos dispersos por toda la tierra, me atreví a penetrar hasta en el cielo. Ah! me convencí muy pronto que todo cuanto me encantaba aquí abajo no era sino el débil eco de los cantos de alegría, de indecible felicidad que animaba a todos los bienaventurados en este día que ha hecho el Señor. Oh! qué grande es el corazón de un cristiano! cuantas cosas abarca a la vez!, parece en un primer momento que el menor consuelo lo llena y que por momentos se va a desbordar; en absoluto, es siempre capaz de contener más; en el colmo de la alegría, desea más todavía, pero esa insaciable sed solo quedará satisfecha en el cielo
Carta a su madre, 4 abril 1809, EO XIV n 50