EUGENIO Y LA RESURRECCIÓN: DESDE LA CRUZ A LA FUERZA DE LA RESURRECCIÓN

La experiencia del Viernes Santo de Eugene no le dejó al pie de la Cruz. El enfoque de su vida había cambiado, y se convirtió en una Pascua continua – respondiendo a la luz de Cristo Resucitado: «Yo estoy con vosotros siempre».

Jamás mi alma quedó más satisfecha, jamás sintió más felicidad; y es que en medio de aquel torrente de lágrimas, a pesar de mi dolor, o más bien a través de mi dolor, mi alma se lanzaba hacia su fin, hacia Dios, su único bien, cuya pérdida sentía vivamente
¿Para qué decir más? ¿Podré expresar algún día lo que experimenté? El solo recuerdo me llena el corazón de dulce satisfacción. He buscado la felicidad lejos de Dios y no he encontrado más dolor y pesadumbre.
Feliz, mil veces feliz de que ese Padre bondadoso, a pesar de mi indignidad, me haya otorgado la inmensa riqueza de su misericordia.
Al menos compense el tiempo perdido redoblando mi amor por él. Que todas mis acciones, pensamientos, vayan dirigidas a este fin. ¡Qué ocupación más gloriosa que hacer todo y por todo únicamente por Dios, amarle sobre todas las cosas, y amarle más por cuanto he tardado en amarle. ¡Ah! esto es comenzar ya aquí, la vida bienaventurada del cielo. Esa es la verdadera forma de glorificarle como es Su deseo.

Diario de Retiro, Diciembre 1814, EO XV núm.130

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