ENFOQUE Y PUNTO DE PARTIDA DE LA ESPIRITUALIDAD MAZENODIANA

Veinticinco años de diferentes experiencias de vida y una persistente búsqueda, se unieron finalmente en un punto central. El inventor, Alexander Graham Bell, nos recuerda que “los rayos del sol no queman hasta que son enfocados a algo.” Todos los rayos dispersos en la vida de Eugenio se alinearon al mirar la cruz.

¿Puedo olvidar aquellas amargas lágrimas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?
¿Podré expresar algún día lo que experimenté?
El solo recuerdo me llena el corazón de dulce satisfacción

Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130

Nunca olvidaría el experimentar su comprensión del punto central de su vida. Sería el eje de toda acción en su vida. De ahí en adelante, Jesús era fundamentalmente su Salvador. De todas las expresiones que Eugenio utiliza para describir a Jesucristo, es la de Salvador a la que constantemente vuelve en todos sus escritos al expresar sus ideales.

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De hecho, ve todo a través de los ojos del Salvador Crucificado. Este es su testamento para nosotros, expresado en nuestra Regla de Vida:

La cruz de Jesús ocupa el centro de nuestra misión. Como el Apóstol Pablo, predicamos «a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Cor 2, 2). Si llevamos «en el cuerpo la muerte de Jesús», es con la esperanza «de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor 4, 10). A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo rescatado por su sangre, con el deseo de que los hombres en quienes continúa su pasión conozcan también la fuerza de su resurrección (cf. Fil 3, 10).   CC&RR Constitución 4

 

Cada uno de los que conformamos la familia Mazenodiana ha experimentado la atracción y el llamado al carisma de Eugenio de Mazenod. Hemos traído nuestra espiritualidad e ideales  propios, y a través de Eugenio hemos encontrado el punto central de todo ello en la cruz del Salvador. “Los rayos del sol no queman hasta que son enfocados a algo.” Como Eugenio, somos invitados a enfocar y arder con la luz del Salvador en forma individual y como comunidades misioneras.

 

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CON ESTE SIGNO VENCERÁS

la vista de la Cruz… un Viernes Santo

Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130

El Emperador Constantino, quien era devoto a la diosa romana de la Victoria, cambió su enfoque antes de una importante batalla, al tener la visión de la cruz y las palabras “con este signo vencerás.” Se convirtieron en el punto básico de sus ejércitos y una expresión muy utilizada en los siglos siguientes, pues algunos aspectos de la cristiandad fueron mal utilizados en el servicio del poder.

La vista de la cruz fue algo positivo en Eugenio, al convertirse en su enfoque de por vida: “Con esta señal lograrás la conquista.” Con esta señal se emprendió la lucha contra el poder del mal. Al escribir acerca de la visión misionera de los Oblatos:

y luego, con firme confianza en Dios, luchar hasta la muerte por la gloria de Su sacratísimo nombre…
Es, pues sumamente importante, es urgente hacer que vuelvan al redil tantas ovejas descarriadas, enseñar a los cristianos degenerados quién es Jesucristo, y, arrebatándolos al dominio de Satanás, mostrarles el camino del cielo. Hay que intentarlo todo para dilatar el reino de Cristo, destruir el imperio del Mal, cerrar el paso a innumerables crímenes, difundir la estima y la práctica de todas las virtudes

Prefacio

Esta es la razón de la insistencia de Eugenio en que la cruz Oblata fuera nuestra única    señal distintiva como misioneros.

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“El amor, no la ira llevó a Jesús a la cruz. El Gólgota fue el resultado del gran deseo de perdón de Dios, no de su renuencia. Jesús supo que a través de su sufrimiento, podría realmente absorber todo el mal de la humanidad y así sanarla, darle el perdón y redimirla.”    Richard J. Foster

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VIERNES SANTO: AQUEL MOMENTO EN EL QUE SUS OJOS SE CRUZARON CON LOS MÍOS, EL MOMENTO EN QUE ME HIZO SENTIR QUE ME AMABA

¿Puedo olvidar aquellas amargas lágrimas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?

“¿Puedo olvidar… la vista de la Cruz?” pregunta Eugenio, y la paz que fluyó a su vida como resultado.

Jamás mi alma quedó más satisfecha, jamás sintió más felicidad; y es que en medio de aquel torrente de lágrimas, a pesar de mi dolor, o más bien a través de mi dolor, mi alma se lanzaba hacia su fin, hacia Dios, su único bien, cuya pérdida sentía vivamente

Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130

La homilía del Papa Francisco en la ceremonia de la Vigilia de Pascua en 2014, se enfocó en el mensaje de Cristo Resucitado a los primeros testigos de la Resurrección: “Vuelvan a Galilea.” Galilea es donde todo comenzó para los discípulos, y ahora, después de la muerte y resurrección de Jesús, se les pide volver, aunque con una mirada diferente. El Papa Francisco lo presenta de esta forma: “Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la Victoria.” Describe lo que comprendió Eugenio el Viernes Santo, que el único enfoque para dar sentido a su vida debía ser la cruz y su victoria. El Papa Francisco nos recordó que cada uno de nosotros tiene su Galilea personal y así, en mi opinión, captura el significado de la experiencia de conversión de Eugenio y la invitación que representa para todos los miembros de la familia Mazenodiana:

En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también otra «Galilea», una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y a participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió seguirlo; volver a Galilea significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba»

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2014/documents/papa-francesco_20140419_omelia-veglia-pasquale.html

Para Eugenio, el Viernes Santo fue la culminación de un arduo trayecto de conversión – el momento en que comprendió que desde la cruz Jesús le miraba con misericordia y le pedía seguirlo. Se trató del momento en que los ojos del Salvador encontraron los de Eugenio, el momento en que hizo comprender a Eugenio Su amor por él. A partir de ese momento y hasta que sus ojos se abrieron a la vida eterna en 1861, sus ojos y amor nunca se separaron. Es por esto que comprendemos porqué la cruz Oblata se convirtió en el punto central de la vida y misión de Eugenio, y porqué es el único punto primordial que tiene sentido para los Oblatos y todos los que viven el carisma de Eugenio.

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¿Puedo olvidar aquellas amargas lágrimas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?

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¿PUEDO OLVIDAR LA VISTA DE LA CRUZ?

¿Puedo olvidar aquellas lágrimas amargas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?

Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130

“¿Puedo olvidar… que la vista de la cruz?” pregunta Eugenio?

Toda acción durante su vida, todas las ocasiones en que predicó el Evangelio, todas las veces que extendió sus manos a los pobres y más abandonados, era una proclamación de: “¡Nunca puedo olvidar la vista de la cruz!”

Es la única señal distintiva que dió a los Oblatos – bajo la cual todos los aspectos de nuestra vida se desarrollan: “¡Nunca olvidar la vista de la cruz!”

“A través de los ojos del Salvador Crucificado” es el único punto de vista que la familia  Mazenodiana es llamada a ver el mundo: “¡Nunca olvidar la vista de la cruz!”

Justo al final de su vida, el P. Tempier escribió a los Oblatos: “Es imposible describirles el ejemplo que dió, los sentimientos manifestados durante estos tres días [de preparación para el Sacramento de los enfermos]. Consideramos una gracia especial haber visto y escuchado lo que presenciamos. Gritó:

Estoy en la cruz y con gusto permanezco en ella y ofrezco mi sufrimiento a Dios por mis queridos Oblatos

Circular núm. 2  del 29 de Enero de 1861 en Escritos Oblatos II, vol. 2, núm. 116.

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“La gente ha dicho que la cruz de Cristo no fue algo heróico, pero deseo decirles que la cruz de Jesucristo ha dado más heroísmo a las almas de la gente que cualquier otro suceso en la historia.”   John G. Lake

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UN VIERNES SANTO DE DOLOR, ALEGRÍA Y GRATITUD

Eugenio narra después el momento en el que todas las piezas de su trayecto de conversión se unieron, en un momento cumbre de iluminación. A partir de ese momento, todo en su vida sería interpretado a través de esta experiencia.

Este es el texto completo, que comentaremos por partes en adelante.

He buscado la felicidad lejos de Dios y por demasiado tiempo, para mi desgracia.
¡Cuántas veces en mi vida pasada mi corazón desgarrado, atormentado, se lanzaba hacia su Dios de quien se había apartado!
¿Puedo olvidar aquellas amargas lágrimas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?
¡Ay! salían del corazón y nada pudo detenerlas, eran demasiado abundantes para poder ocultarlas a quienes como yo, asistían a aquella emotiva ceremonia. Me encontraba en  pecado mortal y era eso precisamente lo que ocasionaba mi dolor.
Pude entonces, como en alguna otra ocasión, percibir la diferencia. Jamás mi alma quedó más satisfecha, jamás sintió más felicidad; y es que en medio de aquel torrente de lágrimas, a pesar de mi dolor, o más bien a través de mi dolor, mi alma se lanzaba hacia su fin, hacia Dios, su único bien, cuya pérdida sentía vivamente
¿Para qué decir más? ¿Podré expresar algún día lo que experimenté? El solo recuerdo me llena el corazón de dulce satisfacción. He buscado la felicidad lejos de Dios y no he encontrado más dolor y pesadumbre.
Feliz, mil veces feliz de que ese Padre bondadoso, a pesar de mi indignidad, me haya otorgado la inmensa riqueza de su misericordia.
Al menos compense el tiempo perdido redoblando mi amor por él. Que todas mis acciones, pensamientos, vayan dirigidas a este fin. ¡Qué ocupación más gloriosa que hacer todo y por todo únicamente por Dios, amarle sobre todas las cosas, y amarle más por cuanto he tardado en amarle. ¡Ah! esto es comenzar ya aquí, la vida bienaventurada del cielo. Esa es la verdadera forma de glorificarle como es Su deseo.

Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130

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“Al contar la historia de nuestra conversión personal, lo haría con gran pesar, recordando quienes éramos y con gran alegría y gratitud, recordando cuán poco lo merecemos.”      Charles Spurgeon

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NO ESTOY TODAVÍA SUMERGIDO EN DIOS. ME ENCUENTRO SIN CESAR DONDE NO DEBÍ ESTAR EN ABSOLUTO

En nuestros archivos de los escritos de Eugenio no encontramos nada sobre el momento de su conversión. Tenemos algunas referencias de varios años después, al encontrarse en el seminario y después de su ordenación sacerdotal, cuando mira atrás. Por ejemplo, había escrito a su madre:

empezaba a dejar ese estado de tibieza en que había caído y que inexorablemente me habría llevado a la muerte;

Carta a su madre, Marzo 23-24, 1809 EO XIV núm. 49

Fue en el retiro de San Ignacio que tomó en diciembre de 1814 donde reflexionó y escribió sobre su conversión, 7 u 8 años antes. El primer día de este retiro, escribió acerca de su oración:

He meditado algo sobre el propósito del hombre. Me detuve más en estos pensamientos: que Dios sólo me había creado para él, que me había formado según sus designios para emplearme en lo que sabía iba a contribuir a su gloria y a mi salvación. Y que por mi parte, hasta la época de mi conversión, mi única ocupación fue destruir su obra, logrando hacerlo bien. He contrariado todos sus designios, hasta he hecho imposible la realización de algunos…
Reconozco que desde mi conversión ha habido algún cambio, pero no debo sentirme tranquilo sobre mis acciones: ¡oh, qué lejos estoy de poner en ellas la pureza de intención que Dios exige. No estoy todavía, ni lejos, sumergido en Dios. Me encuentro sin cesar donde no debí estar en absoluto.

Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130

En el contexto de los Ejercicios de San Ignacio, en los que Eugenio escribe acerca de esta meditación, Fleming comenta sobre el proceso de conversión: “Como Ignacio trata de señalar, este movimiento de conversión es tan primordial a la vida cristiana, que la gente necesita volver a él una y otra vez… es Dios quien llama y nos da la gracia de nuevo, con la frescura de este momento de conversión. Ignacio, en toda su cuidadosa estructura de los  Ejercicios, nos recuerda que Dios es siempre quien dirige el movimiento.”

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“La conversión es un cambio de dueños. ¿No haremos lo mismo para nuestro nuevo dueño, el Señor Jesús, que para nuestras antiguas tiranas codicias?”   Charles Spurgeon

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UNA GRADUAL CONVERSIÓN DEL ENFOQUE EN SÍ MISMO AL ENFOQUE EN DIOS

En los meses anteriores he analizado el recorrido espiritual del joven Eugenio de Mazenod. A los 9 años en el exilio, le vemos dando sus primeros pasos de compromiso, en su primera comunión y confirmación. Después en Venecia, bajo la guía de Don Bartolo Zinelli, el adolescente recibió una firme formación humana y cristiana y aspiraba a la santidad en su estilo de vida. Nápoles y Palermo le hicieron alejarse de esos ideales – tal vez en una tardía rebeldía adolescente para la que no tuvo oportunidad en Venecia. El joven de veinte años que vuelve a Aix en Provence fue marcado por varios años de valores y comportamiento egoísta.

En unos pocos años su comportamiento comenzó a cambiar y hemos encontrado su interés por la religión, en su lectura, y el deseo de conocer la verdad de su fe en el contexto del jansenismo de su “tío” Joannis. Ahora está regresando a lo aprendido y experimentado en Venecia – pero con un compromiso adulto y no como una adhesión inmadura. Encontramos a Eugenio dedicando una gran parte de su tiempo al bienestar de los prisioneros y uniéndose a la oración con los canónigos en la catedral. Es evidente que algo se había movido profundamente en su alma.

Ignacio de Loyola nos ayuda a identificar este proceso como la conversión de un enfoque en sí mismo a un enfoque hacia Dios. No contamos con suficiente material acerca de la vida de Eugenio para poder saber la fecha exacta, pero es evidente que a los 24 años (1806) ya se encontraba en marcha el proceso de conversión. Fue sólo siete años después (1814), cuando se encontraba en el retiro conocido como “Ejercicios de San Ignacio”, que remarcó y habló  de una experiencia sin igual que había tenido y le había dado un claro entendimiento del proceso “un Viernes Santo”. Aproximadamente un año después de ese suceso, entró al seminario para formarse para la ordenación y el ministerio sacerdotal.

Seis meses después de entrar al seminario, escribe acerca de su trayecto en una conferencia espiritual en el seminario:

Desde el momento en que regenerado en el bautismo, fui elevado a la dignidad de hijo de Dios colmado de Sus dones, podría contar mejor los movimientos de mi respiración que el número de beneficios que el Maestro derramó en mí a manos llenas. Pero indudablemente no hay ninguna que tenga más mi atención que aquella que por misericordia siempre memorable para mí, Dios poderoso me arrancó de en medio de un mundo corruptor…

Conferencia Espiritual, Marzo 19, 1809, EO XIV núm. 48

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“El movimiento de conversión de este momento puede ser capturado en la frase ‘desde uno mismo – enfocarse en Dios– enfocarse.’ Pues la gracia de este primer movimiento es la de ser atrapado en el amor de Dios y la acción salvadora de Dios. Mi respuesta no es continuar mirando el don, sino enfocarse en quien lo otorga, quien ama tanto que incluso muere en la cruz.”      David Fleming SJ

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UNA VIDA EN OBVIA DIRECCIÓN HACIA ALGO

El Arzobispo de Aix conoció bien a Eugenio cuando fue director de caridad en la prisión, y le trataba como a un hijo.

“Solía ocupar su lugar en el área del gran coro, donde estaban las butacas accesibles a los feligreses. Un día, durante el divino oficio, algunos de los asistentes no se comportaron de manera propia al santo lugar. Después de Misa, el maestro de ceremonias se acercó a decir a quienes estaban en las butacas, sin importar quienes fueran, que no podrían ocuparlas en adelante – por orden del Arzobispo. Eugenio salió de la iglesia visiblemente molesto, pero resignado a obedecer a la autoridad. Al regresar a casa se sorprendió al encontrar una carta del Arzobispo, otorgándole un favor especial: el derecho a ocupar su lugar en las bancas donde el clero decía sus oraciones. Inmediatamente fue a agradecer al Arzobispo, por haberlo convertido en un  a “mini-canónigo.”

En cierta forma podía dársele este título, no solo por su asistencia regular a los servicios, sino aún más por su participación en el canto y en todas las oraciones. Los domingos y días festivos asistía a las horas canónicas y cantaba los salmos junto con los canónigos. Dios le había dado una voz clara, precisa y muy agradable y Eugenio disfrutaba dedicarla a los himnos de la Iglesia, que consideraba más importantes que todas las demás canciones.”     Rey I p. 50-51

Cuatro años antes, las cartas de Eugenio habían descrito todos los placeres de Aix: el teatro, las canciones, los bailes, las fiestas, etc. Es evidente que algo había cambiado en su vida. ¡Estamos siendo testigos de un joven de veinticinco años en un trayecto total hacia la conversión!

Por fin Eugenio permite a Dios ser el autor de su vida. Al reflexionar en ello, deseo quitarme los zapatos, pues me encuentro en tierra sagrada… el espacio sagrado de la espiritualidad Mazenodiana, donde Dios escribe la historia.

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“Tu destino es lograr aquellas cosas en las que te enfocas con mayor atención. Así que elige enfocarte a lo que es realmente  majestuoso, hermoso, elevado y alegre. Tu vida siempre se dirige hacia algo.”   Ralph Marston

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TERMINA LA EXPERIENCIA EN LA PRISIÓN

Eugenio había logrado un éxito parcial en la mayor parte de sus tareas como miembro del trabajo de beneficencia para los prisioneros. Leflon nos describe su eventual fracaso en evitar que recibieran pan duro. La reacción tuvo como resultado la renuncia de Eugenio a su puesto:

“Sin embargo, no tuvo tanto éxito con Carles, el panadero. Muy por el contrario: los abusos que “Demazenod fils” se había atrevido a denunciar, fueron peor que nunca. A pesar de las frecuentes advertencias, el panadero siguió explotando a los prisioneros, pues era evidente que gozaba de cierta protección. Incluso llegó al grado de insultar a los Semainiers, cuando se quejaron con él de la mala calidad del pan. Finalmente los administradores se levantaron cuando uno de los directores recién nombrado,  Jerome Vial, renunció en septiembre como protesta en contra de los intolerables insultos, por lo que decidieron presentar un ultimátum: una de dos—ya fuera que el Alcalde de Fortis  reemplazara al panadero, o que dispensara a los miembros de verificar las entregas de del panadero. Sin embargo, el Alcalde de Fortis tenía la determinación de mantener el status quo, argumentando que el Semainier contaba con todo el poder necesario para ejercer un control eficiente.

Mientras tanto, Eugenio de Mazenod presentó su renuncia, al igual que su colega Vial. Pero mientras que la razón proporcionada por Vial había sido la imposibilidad “de cumplir en forma adecuada las obligaciones que cada uno de nosotros ha asumido al aceptar las tareas a las que fuimos convocados para compartir por igual,” Eugenio, por otro lado, se conformó con dar como razón, las cuestiones domésticas, “que están demandando todo el tiempo que quisiera dedicar a las tareas benéficas para las que había sido invitado.”

¿Sintió también que era inútil tratar de ayudar a los prisioneros, cuando las acciones encontraban obstáculos insorteables, al igual que la falta de interés de parte de sus colegas? ¿Alguien encontró que su celo juvenil era un tanto excesivo y fuera de la reserva tradicional de la organización?

Cualesquiera que haya sido el caso, nadie trató de evitar su renuncia. Si los prisioneros perdieran, las “Labores Caritativas” recobrarían su ritmo tranquilo, pues de acuerdo a los reportes de las siguientes reuniones, la organización se dedicó exclusivamente a tareas administrativas y a entregar los cheques sin demasiada preocupación hacia la caridad humana y cristiana.

Al menos la experiencia había sido útil al presentar a Eugenio una miseria material y moral que nunca habría sospechado existiera.” Leflon I, pág. 286

Todo esto fue una experiencia de aprendizaje para el joven Eugenio, quien estaba teniendo experiencias que cambiaban su vida justo en ese momento, en que le preocupaban las  “cuestiones domésticas.”

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“A pesar del desaliento y la adversidad, quienes tienen la mayor felicidad parecen haber tenido un aprendizaje de las dificultades, que les llevaron a ser más fuertes, más sabios y más felices.”   Joseph B. Wirthlin

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LA TÁCTICA DE LA SOPA

Cuando tocó a Eugenio el turno de ser director de la beneficencia en la prisión por una semana (“Semainier”), tomó medidas extraordinarias para forzar a los prisioneros a ir a Misa. Leflon, al citar las minutas de las reuniones, explica

“En el cuarto punto sin embargo, los directores fueron mucho más precavidos. Acordaron que la falta de religión en algunos de los prisioneros no era buena, pero puesto que las medidas de coerción no se encontraban en nuestros poderes, parecía más recomendable redoblar el celo al exhortarlos a cumplir con un deber que es sumamente necesario e indispensable para la gente en su situación. Aconsejaron que cada Semainier invite “a todos los prisioneros a cumplir con sus obligaciones como cristianos, yendo al servicio divino.”

Esto no disuadió a Eugenio de Mazenod. En la sesión del 20 de enero, el punto fue tratado nuevamente y esta vez los directores decidieron tomar medidas para incrementar la asistencia de prisioneros  a la Misa dominical: Se ha decidido hacer tarjetas, igual al número de prisioneros; estas tarjetas tendrán el sello de la organización , con la palabra “sopa”; cada Domingo y cada Día de Guardar, al salir de Misa, el Semainier entregará una a cada prisionero que haya asistido a Misa y será entregada al distribuirse la sopa; él observará en forma estricta que la sopa sea proporcionada sólo a quienes le devuelvan la tarjeta, confirmando que estuvieron presentes en la Misa celebrada por el capellán de la prisión.

La adopción de esta medida tuvo poco resultado y en la reunión del 24 de marzo,  “Demazenot fils,” el Semainier saliente, denunció los trucos de los prisioneros para eludir al sistema. Después de declarar que “todo estuvo en orden durante la semana,” y que  “el pan fue de buena calidad,” Eugenio añadió: quisiera también poder dar un reporte favorable en cuanto al gusto de los prisioneros de cumplir su deber cristiano de asistir a Misa. Hay un grupo de hombres en la prisión que creen estar por encima de este precepto. He visto en Misa sólo a dos de ellos que en prisión, se creen ser de la clase alta y ser superiores a quienes llaman escoria, simplemente porque pudieron pagar los seis céntimos necesarios para asignarles un cuarto. En cuanto a los llamados “escoria” la mayoría requirieron mis exhortos. Sin embargo, puesto que no fueron todos incluidos, sentí mi deber conocerlos, para poder imponerles el castigo prescrito. Así fue como fui de un lado a otro asegurándome de que no escaparan de mi vigilancia. Tenía una lista de prisioneros y les llamé por sus nombres uno a uno. Se permitió a cada uno salir al responder a su nombre, y quienes no respondieron tuvieron una marca después del nombre en la lista y no recibieron sopa, que se repartió en mi presencia. La sorpresa que esta medida causó me confirmó que es preferible a la de las tarjetas, pues habían encontrado la forma de eludirlas. La única precaución necesaria es vigilar a quien reparte la sopa, pues al dar doble ración a los amigos de quienes no la recibieron, harían inútil la tarea.

Pero en vista de que cualquier ventaja resultado de esta justa medida se disipara por no seguir  todos el mismo modo de acción, ruego a mis colegas continuar su celo en cuanto a esta medida.

Así, por iniciativa propia, Eugenio inauguró un Sistema de control que tomó por sentado seguirían todos sus colegas.”   Leflon I pág. 285

No hay duda de la buena intención del joven noble, aunque su método para obtenerlo ciertamente dejó mucho que desear. El descubrimiento de Eugenio y su relación con Cristo Crucificado cambiaría radicalmente su enfoque y le enseñaría a tratar a los pobres con dignidad y respeto.

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“El respeto por uno mismo guía nuestra  moral, el respeto por los demás guía nuestros modales.”   Laurence Sterne

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