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DESCUBRIENDO A MARÍA EN NUESTRA MISIÓN
“Hemos formado un establecimiento en Ntra. Sra. de Laus: lo que nos pone en relación directa con la diócesis de Gap, de Digne, de Embrum y de Sisteron.
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UN DÍA DE FELICIDAD Y BENDICIONES PARA TODOS LOS MIEMBROS DE NUESTRA FAMILIA MAZENODIANA
En este 200 aniversario de la bendición de la estatua de la Madonna Oblata y de todas las bendiciones que nos ha prodigado, les invito a reflexionar en el ícono en que se basa. Lauretta Agolli, escritora del ícono, nos explica:
“Se trata de un Ícono Bizantino de María inspirado por la estatua de la Madonna Oblata y de su importancia en la vida de San Eugenio y la Familia Mazenodiana.
El ícono de «María, Corazón de los Estudios Oblatos» fue creado para los Oblatos de María Inmaculada como distintivo del programa internacional de Estudios Oblatos establecido por la Cátedra Kusenberger de Estudios Oblatos.
Esta imagen sagrada representa una realidad que supera nuestros sentidos terrenales, haciéndonos visible un mundo invisible. Es un llamado bidimensional (sin profundidad) a todos los que lo miran, para cruzar al otro lado.
La imagen de María muestra 12 estrellas rodeando su cabeza, representando la corona de la inmortalidad. Su túnica dorada es el símbolo de la presencia de Dios envolviendo su vida. Observamos en este ícono el brillo del oro, reflejando los infinitos matices y aspectos de Dios, mostrados por María en su discipulado.
La mirada de María se dirige a Dios con amor y atención, siendo este amor y el mensaje de Dios lo que colma su corazón (con una mano sobre su corazón), y al recibirlo extiende su mano hacia nosotros, para compartir todo lo que recibe de Dios. Es un intercambio elíptico entre Dios y el espectador, a través del Corazón de María.
El color azul en el fondo es el de la divinidad y representa además el infinito del cielo y el mundo imperecedero; es el color de la Madre de Dios, quien es transcendental. María se encuentra de pie sobre la luna creciente y la forma entera de la luna es solo visible parcialmente al mundo, y está también en parte en el mundo invisible. La luna nos invita igualmente a llevar nuestra mirada al otro lado.
El color verde de la serpiente es el de la naturaleza y la tierra. El que María esté pisando la cabeza de la serpiente se refiere a la primera promesa Bíblica de salvación (Génesis 3:15), sugiriendo su petición al espectador de enfocarse menos en las tentaciones que rodean a nuestro mundo y más en la certeza de Dios de ser salvados, que San Eugenio proclamó durante toda su vida.
Mientras escribía acerca de este ícono, fui atraída por el corazón de María Inmaculada que escucha y comparte, y que con seguridad fue el mismo corazón que escucha y se comunica, que le habló a San Eugenio. A través de este ícono, el corazón de María expresa la misión de San Eugenio al sentir y proclamar el amor de Dios, que es también la misión de la Cátedra Kusenberger de Estudios Oblatos”.
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HACE 200 AÑOS, EL 15 DE AGOSTO DE 1822
Volvemos a 1822. En medio de todas sus preocupaciones acerca de la sobrevivencia de su recién formada familia misionera, Eugenio celebró la fiesta de la Asunción, día que dejaría una imagen permanente en nuestra Familia Mazenodiana.
“Las cartas de Eugenio de 1822 han mostrado las muchas preocupaciones y dificultades que experimentaba. No menos importante entre ellas estaba su preocupación por la sobrevivencia y el futuro de su pequeño grupo de Misioneros. Fue en este espíritu que bendijo la nueva estatua en la capilla, la cual se convirtió en la oportunidad de una fuerte percepción dadora de vida. De inmediato escribió a Henri Tempier, quien se encontraba en Laus.
“Creo también deberle un sentimiento particular que he sentido hoy, no digo precisamente más que nunca, pero ciertamente más que de ordinario”.
Eugenio normalmente era reservado y no comentaba sus experiencias espirituales profundas. Su experiencia “más que de ordinario” estaba conectada con la vida de los Misioneros de Provenza, quienes atravesaban dificultades externas y cuya existencia en el futuro pendía de un hilo.
“No lo definiré bien porque encierra varias cosas que se refieren sin embargo todas a un solo objetivo, nuestra querida Sociedad”.
Luego describe la confirmación recibida de que la fundación de los Misioneros había provenido de Dios y Dios le había asegurado un futuro sólido para su grupo.
“Me parecía ver, tocar con el dedo,
que encerraba el germen de muy grandes virtudes,
que podría hacer un bien infinito;
la encontraba buena,
todo me gustaba en ella,
amaba sus reglas, sus estatutos;
su ministerio me parecía sublime, como lo es en efecto.
Encontraba en su seno unos medios de salvación asegurados, hasta infalibles, del modo como se me presentaban a mí”.
Carta a Henri Tempier, Agosto 15, 1822, EO VI n. 86
Esta fue la gracia que la Madonna Oblata había conseguido para Eugenio: la seguridad proveniente de Dios de que iba por el camino correcto y necesitaba perseverar, a pesar de todas las tormentas a su alrededor, que parecían amenazar la existencia de los Misioneros.
Doscientos años después, continuamos cosechando el fruto de esta confianza con que nuestra Madonna Oblata nos “sonrió”.
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MARÍA INMACULADA, MADRE DEL SALVADOR
En nuestra preparación para celebrar el bicentenario el 15 de agosto, recordemos el día que dejaría una imagen permanente en la historia de nuestra Familia Mazenodiana; de ahí la importancia de ver lo sucedido. Achille Rey, quien conocía bien a Eugenio, escribió en su biografía:
“El 15 de agosto de 1822 se celebró la festividad en la Iglesia de la misión de Aix. El P. de Mazenod bendijo, en presencia de una gran congregación de sus jóvenes y otros fieles, una estatua de la Santísima Virgen, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. Es esta estatua la misma a la que recurrimos para largas y frecuentes oraciones: se ha convertido en uno de los objetos más preciados de los orígenes de la familia”. (Rey I, pág. 280)
“En la revista de Misiones O.M.I., de 1908, pág. 279, encontramos la siguiente descripción:
“Su cabeza, coronada con doce estrellas, mirando al cielo en actitud de oración. Tiene un velo dorado, del mismo color de su larga túnica y manto. Se muestra como la Inmaculada Concepción con un pie reposando en la luna creciente y el otro aplastando una serpiente. La mano derecha descansa sobre su corazón, mientras la otra está abierta, prodigando gracias sobre sus hijos que eleven sus oraciones hacia ella”.
“En un reporte de la casa Oblata en Aix del 15 de julio de 1889, el Padre Prosper Monnet describe la capilla interna de la iglesia de la Misión en Aix, con el altar de los votos y la “antigua Virgen que sonriera antes sobre nuestro venerado Fundador y actualmente se yergue aún sobre su rico pedestal de mármol…” (Misiones O.M.I., 27, (1889), pág. 285)”.
Yvon Beaudoin, “Madonna Oblata” https://www.omiworld.org/es/lemma/madona-oblata-es/
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar”. Génesis 3:15
“Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. Libro de las Revelaciones 12:1
“La Virgen recibió la Salvación para que pueda devolverla a los siglos.” Peter Chrysologu
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EL MINISTERIO A LOS JÓVENES CON MARÍA COMO MODELO DE FE
Después de su ordenación como sacerdote, el Padre Eugenio volvió a Aix y dedicó su ministerio a llevar a los más abandonados a relacionarse con Jesús el Salvador. Su misión principal fueron los jóvenes de Aix y cerca de 300 estudiantes de preparatoria y universitarios se unieron a su congregación de jóvenes, teniendo una participación muy comprometida.

Estatua en la Iglesia de la Madeleine, donde los jóvenes rezaron por la recuperación de Eugenio
El P. Lubowicki muestra cómo el ministerio del joven sacerdote con la juventud estaba consciente de la presencia de María.
“Dieciséis meses después de la ordenación, el 25 de abril de 1813, Eugenio funda la Asociación de la juventud. Los reglamentos y estatutos que compone están impregnados del pensamiento de María. Ya en las primeras líneas se dice que se trata de una “sociedad establecida bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen“. Eugenio acostumbra a los jóvenes a ver en María a la Madre de Jesús y “también la nuestra“, una madre llena de ternura, que por ese título desea “cooperar a [nuestra] salvación“. En la Asociación “se hace profesión de honrar y amar” a María con “una ternura filial sin límite“. Tiene una idea muy clara de lo que es el amor: la confianza que lleva a abandonarse del todo en manos de la persona amada. Por eso dice que los asociados “profesan abiertamente [a María] la más entera dedicación”. En la cumbre del culto mariano, propone “consagrarse […] a la Santísima Trinidad […] por manos de la Santísima e Inmaculada Virgen María”. Para él, consagrarse “a la Santísima Trinidad” es la forma más radical de seguir a María, totalmente dedicada a la Trinidad y disponible para su proyecto de salvación. Por otro lado, consagrarse “por las manos “de María es la más alta expresión de confianza en ella, porque esa actitud nace de la certeza de que la Virgen santa no nos retendrá para sí, sino que nos ofrecerá a Dios” (1 Co 3, 21b-23).
C. Lubowicki, “Maria”, Diccionario de Valores Oblatos http://www.omiworld.org/dictionary.asp?v=11&vol=1&let=M
Dichos jóvenes no eran futuros sacerdotes, sino laicos que se preparaban para carreras seculares. ¿Podemos inspirarnos en su nivel de compromiso y reevaluar el propio?
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LA GRACIA DE LA OBLACIÓN EN EL MOMENTO MISMO EN QUE MARÍA PRESENTA AL SALVADOR AL MUNDO
El 23 de diciembre de 1809, Eugenio hizo un compromiso definitivo hacia el sacerdocio, al ser ordenado subdiácono. En una conferencia ese día, ligó el compromiso de ofrecerse por completo al servicio del Pueblo de Dios, con la entrega del Salvador en la Encarnación.
“Esos sentimientos que la gracia de la ordenación ha hecho brotar en nuestros corazones, vamos hermanos míos, a depositarlos a los pies de la cuna de Jesús que va a aparecer. Seamos el primer objeto que vean sus ojos al nacer, en el instante mismo en que María presenta al mundo a su Salvador. Jurémosle con una sola voz ser eternamente fieles al juramento que acabamos de hacer, de dar mil veces la vida por la defensa de la inviolabilidad de su Iglesia.
Así sea, así sea”.
Conferencia para el día de la ordenación al subdiaconado, Diciembre 23, 1809,
EO XIV n 65.
Durante sus años en el seminario, con frecuencia vuelve a Eugenio el tema de la unión de María con Jesús y como modelo de su propia unión con Jesús. La mañana de Navidad escribió a su madre:
“¡Ah! mi querida mamá ¿puede creer que he estado con usted anoche? Y meditando tanto sobre la santa Madre de nuestro Dios, que acaba de recibir gran consuelo al dar al mundo a su Salvador, y al mismo tiempo sentir tan vivamente la pobreza, la indigencia y la miseria en la que vio a su divino Maestro humillado por amor a los hombres, ¿cómo no acercarme a usted tan tiernos sentimientos? Sí, mi buena madre, hemos pasado juntos la noche al pie del altar, que para mí era el pesebre de Belén; juntos ofrecimos nuestros dones al Salvador, pidiendo nacer en nuestros corazones y fortalecernos en nuestras debilidades, etc.”.
Carta a su madre, Diciembre 25, 1809, EO XIV núm. 37
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HONRAR A MARÍA SIGNIFICABA CONTEMPLAR EN ELLA LA VIDA DE JESÚS Y TRATAR DE QUE JESÚS HABITARA EN NOSOTROS COMO HABITABA EN MARÍA
Respecto a la formación espiritual de Eugenio, Lubowicki escribe:
“Juan Santiago Olier, fundador del seminario, ha elaborado una espiritualidad en la que ponía de relieve que el sacerdote es alter Christus, y por tanto alguien que sigue a Cristo en todo, incluso en su relación con María. Uno de los principales motivos que llevó al Sr. Olier a la devoción mariana fue “el deseo de entrar en los sentimientos de Nuestro Señor para con su santa Madre”. Por eso los sulpicianos procuraban que cada uno de los sacerdotes formados por ellos pudiera decir: “No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20). María era presentada como el modelo de esa actitud, puesto que Cristo habitó en ella en el sentido más pleno de la palabra. En la espiritualidad del seminario, “honrar a María” significaba, pues, contemplar en ella la vida de Jesús y tratar de que Jesús habitara en nosotros como habitaba en María. La mejor expresión de esta espiritualidad mariana cristocéntrica parece darse en la oración “O Jesu, vivens in Maria”, que se rezaba después de la meditación. Se puede decir que las ideas que contiene constituyen la esencia de la espiritualidad mariana sulpiciana, en la cual fue formado Eugenio.
Casimir Lubowicki, “María” en el Diccionario de valores oblatos,http://www.omiworld.org/dictionary.asp?v=11&vol=1&let=M
Eugenio quiso que los Oblatos dijeran esta oración todos los días, convirtiéndose en una parte de nuestra tradición espiritual:
“Oh Jesús, que vives en María:
ven a vivir en nosotros, tus siervos,
con tu Espíritu de santidad,
con la plenitud de tus dones,
con la perfección de tus caminos,
con la realidad de tus virtudes,
con la comunión de tus misterios.
Domina en nosotros sobre todo poder enemigo,
por tu Espíritu Santo, para gloria del Padre. Amén”.
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CONFIÓ A MARÍA SU VIDA COMO SEMINARISTA
A los 26 años y al concluir su camino de conversión y de discernir que Dios le llamaba a convertirse en sacerdote, Eugenio se dirigió al Seminario de San Sulpicio en París.
Eugenio escribió una dedicatoria en la primera página de sus notas de estudio en el seminario:
“A mayor gloria de Dios y de la Virgen Inmaculada. Bajo los auspicios de esta Virgen concebida sin pecado…para que éstos y antes que éstos la Madre Inmaculada me asistan en el difícil curso de los estudios”
Traité de la pénitence, Ms. Oblate General Archives, DM-III 8a
Así como María reflexionó y aprendió de la presencia de Jesús en su vida, Eugenio quiso también tener la misma actitud en sus estudios como seminarista.
Después de un año como seminarista, Eugenio reflexiona en su diario sobre el lugar de María en su espiritualidad:
“Pero la devoción a la Santísima Virgen debe superar a todas las demás, porque esa gloriosa Madre de Dios la llama la Iglesia, nuestra vida y nuestra esperanza. Es moralmente imposible que una alma pueda hacer algún progreso en los caminos de la perfección si está desprovista de esa tierna y sincera devoción para la Santísima Madre de Dios”.
Consejos Generales para alcanzar la perfección, notas tomadas en 1809, EO XIV n.39.
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MIRARÉ TAMBIÉN A LA IMAGEN DE MARÍA, IMPLORANDO HUMILDEMENTE SU BENDICIÓN MATERNAL
En su exilio en Venecia, el joven Eugenio tuvo la bendición de la compañía de un joven sacerdote: Bartolo Zinelli, de quien recibió una base sólida para su fe. Decidió comenzar cada día pidiendo ante su crucifijo, y luego:
“Miraré también a la imagen de María, implorando humildemente su bendición maternal”.
Regla de vida de Eugenio siendo adolescente, citada en Rey I pág. 26
El que estas palabras de Eugenio no fueran un capricho pasajero, es respaldado por el cariño que el joven tenía por el Padre Bartolo en Venecia, y su compromiso de apegarse estrictamente a esta regla de vida. El biógrafo Rey escribió que al reverso de la primera página de esta regla, Eugenio escribió las siguientes líneas:
“Esta regla de vida es más importante para mí que todo el oro del mundo. Fue escrita para mí en Venecia por mi venerado y querido maestro espiritual, Don Bartolo Zinelli, quien murió en Roma en olor a santidad. Se le han atribuido incluso varios milagros y se ha escrito su biografía, que es una serie interminable de prácticas de virtudes. Puedo dar gran testimonio de ello y reconozco que debo a este santo sacerdote, después de Dios, el poco bien que hay en mí… contaba con doce años cuando mi santo y querido maestro escribió esta regla de vida para mí”. (REY, I, pág. 25.)
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EL DESEO QUE SIEMPRE HE TENIDO DE PROCURAR QUE FUERA CONOCIDA Y AMADA
Cuando Dios eligió a Eugenio de Mazenod como fundador de la Familia Mazenodiana, los sacerdotes y hermanos eran conocidos como Misioneros de Provenza. Fue necesario que transcurrieran diez años para comprender el lugar fundamental de María en la familia religiosa y cambiar su nombre a Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Un suceso importante en este trayecto ocurrió el 15 de agosto de 1822, cuando Eugenio bendijo la estatua de María Inmaculada y recibió una gracia mística.
Al estar cerca del bicentenario de este suceso, nuestras reflexiones diarias se enfocarán en María Inmaculada.
Al mirar en retrospectiva su relación con María, Eugenio escribió en su testamento en 1854, a los 72 años de edad:
“Invoco para eso la protección de la Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, atreviéndome a recordarle, con toda humildad pero también con consuelo, la devoción filial de toda mi vida y el deseo que siempre he tenido de procurar que fuera conocida y amada y de propagar su culto en todas partes por el ministerio de aquellos que la Iglesia me ha dado como hijos y que se han asociado a mis planes”.
Testamento de Eugenio de Mazenod, el 1 de agosto 1854, E.O. XV n. 191
Eugenio había aprendido la siguiente oración en el Seminario Sulpiciano y nos la transmitió como parte de la tradición para decir antes de meditar. Espero les sea de utilidad y acompañe sus oraciones diarias hasta y después del 15 de agosto:
“Oh María, Virgen Inmaculada,
fiel adoradora del Padre,
Madre admirable del Hijo de Dios,
Esposa del Espíritu Santo,
suscita en mi alma los sentimientos que tú experimentabas al meditar en tu corazón los misterios que se te revelaron
y hazme vivir plenamente el misterio de tu Hijo, mi Salvador, en unión con todos los fieles que honran a la Santísima Trinidad en la oración.
Amén”.
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