Para asegurar la continuidad de la armonía en las relaciones en los pueblos, los misioneros establecían los “oficios de paz”. De este modo, durante la misión de Barjols, por ejemplo, encontramos a Eugenio diciendo:
Las reconciliaciones se realizan pública y espontáneamente a los pies de la cruz. Es encantador.
Carta à Fortuné de Mazenod, el 22 de noviembre 1818, E.O. XIII n. 20
Los oficios de paz se proponían respaldar el trabajo de los predicadores. Yvon Beaudoin explica su importancia: “Gracias la autoridad moral y al espíritu Cristiano de los líderes que lo componían, este oficio, aun sin tener un estatuto oficial, llevaba a quienes espontáneamente habían recurrido a él al reconocimiento general de sus errores recíprocos”. (Diario de la Misión de Marignane, O.W. XVI nota al pie 18).
Las cartas de los Oblatos describiendo sus experiencias en los pueblos muestran la importancia de este paso práctico. Un ejemplo lo encontramos en el informe de la misión de Rouviere:
Un escandaloso caso de tribunal entre un padre y su hijo fue suspendido; nosotros fuimos los primeros que escribieron la carta para parar los procedimientos. Padre e hijo, bañados en lágrimas, se abrazaban el uno al otro.
Carta de Hipólito Guibert a Henri Tempier, el 16 de Diciembre de 1825,
en PAGUELLE DE FOLLENAY, Vida del Cardenal Guibert, p.