No lo es todo reunir a la gente en la iglesia, hay que instruirla, hay que conmoverla para que se conviertan.
Carta a Jean-Baptiste Honorat, el 27 de enero 1824, E.O. VI n. 127
Las conferencias de la mañana fueron una catequesis, por el contrario, las instrucciones de la tarde, llamadas “sermones”, se dirigían al corazón y a la conversión. Trataban de la salvación, el pecado mortal (incluyendo el tema de la confesión e invitando a ella), el juicio, el infierno, los peligros de demorar la conversión, la naturaleza divina de la religión cristiana, la virtud de la penitencia, el perdón de los enemigos, la restitución, la blasfemia, la adoración del Santísimo Sacramento, la muerte del justo en oposición a la del pecador, la Pasión, el hijo pródigo, y otros temas.
Os recomiendo que atendáis mucho a la instrucción. No os contentéis con consagrar la mañana a ese gran deber de la misión, pero en la tarde emplead siempre un breve cuarto de hora antes de la instrucción mayor en recapitular lo que se dijo por la mañana para un auditorio más pequeño. Ese cuarto de hora de instrucción se hace en forma de glosa o de catequesis, sin ningún gesto oratorio.
Carta a Hippolyte Courtès, el 19 de enero 1839, E.O. IX n.683