Según la Regla de Eugenio de 1818, los misioneros deben buscar “solamente de instruir a los fieles” y no de deslumbrarlos con discursos elocuentes. Ellos debían contentarse no solamente de “romper el pan del mundo para ellos sino de masticarlos para ellos”, de forma que los auditores “vuelvan a sus casas edificados, conmovidos, instruidos y capaces de repetir a sus familias lo que habían escuchado de nuestras palabras”.
Sería ir directamente contra el espíritu de nuestra Regla el atender más… a la elegancia del estilo que a la solidez de la doctrina… No debemos mirar más que a la instrucción de los pueblos… no contentarnos con partirles el pan de la palabra sino masticárselo, o sea, hacer de forma que, cuando salgan de nuestros sermones, no se vean tentados de admirar neciamente lo que no comprendieron, sino que queden edificados, conmovidos, instruidos, pudiendo repetir en el seno de la familia lo que oyeron de nuestros labios.
Regla de 1818 Capítulo tercero, §1