Como humanos, los seis misioneros en camino a establecer la primera misión Oblata en Canadá, no eran perfectos. Como padre de la familia, Eugenio estaba consciente de ello y les aconseja cómo vivir en unión como una familia religiosa.
“Mantengan un solo espíritu y sobrellévense entre ustedes. Cuando algo no vaya bien, eviten murmurar. Háganse con delicadeza las observaciones que crean necesarias, sin pelea ni amargura. Si no son aceptadas, mantengan la paz y no se alejen de la obediencia.
No permitan nunca personalismos, ni susceptibilidades; franqueza, sencillez, dulzura y sobre todo, caridad, “omnia nostra in charitate fiunt”.
Si es necesaria, tengan alguna comunicación confidencial conmigo, pero bien pensada antes a los pies del crucifijo, sin agresión ni exageración. Todos somos miembros de un mismo cuerpo, que cada cual trabaje con todo su esfuerzo y sacrificio para el bienestar de ese cuerpo y el desarrollo de todas sus facultades.No ignoro el buen espíritu que les anima y disfruto conversar con ustedes acerca de nuestro interés común.”
Carta a los primeros Oblatos en ir a Canadá, Octubre 9, 1841, EO I núm. 9
Un buen consejo paternal y humano, que nos pide reflexionar en nuestras propias relaciones.
«Vean cómo estos cristianos se aman entre ellos y están incluso dispuestos a morir unos por los otros.” Tertuliano en el siglo II.