En su diario personal, Eugenio reacciona ante quienes solo piensan con sus cabezas y no con sus corazones.
Sabía y amaba las Escrituras y en este texto lo vemos usando libremente los textos de la Primera Carta de San Juan, capítulos 3 y 4.
¡Y después de la venida de Jesucristo, del ejemplo de san Pedro, después de las enseñanzas de san Juan, vienen a predicarnos un tipo de perfección carente de amor y sin afecto! Amemos a Dios por sus infinitas perfecciones, amémosle también porque “… él nos amó primero,” pero “si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros”, y observen bien: “Hijitos míos, no amemos con la lengua y de palabra,” como todos los que aman con la cabeza, “sino con obras y de verdad”. ¡Oh no! “el que no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor”. Y el Apóstol nos dice que este amor es tan poco de especulación y abstracción de la persona, tan real, que hay que saber amar aquí para prometer amar a Dios, por quien realmente se aman sus criaturas: “el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?” No hay término medio: “este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano.” Que estudien a san Juan, que se estudie el corazón de san Pedro y su amor por su divino maestro, que se profundice sobre todo lo que proviene del amoroso corazón de Jesucristo, no solo por todos los hombres, sino en particular por sus apóstoles y discípulos, ¡y luego que se atrevan a predicarnos un amor especulativo, carente de amor y sin afecto!
Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 4, 1837, EO XVIII