La generación fundante miró al futuro en su documento de objetivos:
Los sujetos que se presenten para ser admitidos en la sociedad serán probados en un noviciado, hasta que hayan terminado sus estudios, o hayan sido juzgados aptos para la obra de las misiones.
Los Misioneros no serán incorporados definitivamente a la Sociedad hasta pasados dos años de prueba.
Petición de Autorización Dirigida a los Señores Vicarios Generales de Aix, el 25 de enero 1816, E.O. XIII n.2
Los futuros Misioneros necesitaban un período de prueba y formación para penetrar totalmente en el del grupo. Tenían que LLEGAR A SER para HACER, como predicadores del Evangelio. “Llegando a ser”, implicados en un crecimiento humano, en una formación espiritual y en una preparación intelectual para evangelizar. El modelo era el de Jesús formando a sus apóstoles: “y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Evangelio de Marcos 3, 13).
Eugenio escribió sobre este modelo en el Prefacio:
¿Qué hizo, en realidad, nuestro Señor Jesucristo cuando quiso convertir el mundo? Escogió a unos cuantos apóstoles y discípulos que él mismo formó en la piedad y llenó de su espíritu y, una vez instruidos en su doctrina, los envió a la conquista del mundo que pronto habían de someter a su santa ley.
Esto iba a permanecer en su modelo de formación y de vida comunitaria para siempre.