Rehusando la sugerencia de aceptar ser obispo de una diócesis, Eugenio apela a dos argumentos: ya no tiene la energía suficiente para administrar una diócesis y tiene la responsabilidad como Superior General de los Oblatos.
Evidentemente su amistad le ilusiona esperando conciliar todo a través de algo desastroso para mí. Mi carrera está acabada; no tengo ni fuerza suficiente, ni la suficiente flexibilidad para comenzar otra tarea donde no tardarían en colmarme toda clase de penas, compensadas por muy poco consuelo…
Todas mis reflexiones me llevan a concluir que en conciencia, no puedo aceptar una sede si me la ofrecieran. Estoy convencido tan firmemente, que sólo una orden formal del Jefe de la Iglesia podría vencer mi justa negativa, y entonces quedaría condenado a la vida más desgraciada. Ese rechazo se une a las razones de conciencia que deben apartarme de toda sede, lo cual me traería necesariamente una doble responsabilidad.
Carta a Henri Tempier, Agosto 23, 1835, EO VIII núm. 536