Es diferente tratándose de los sacerdotes y hasta de los diáconos, ¡Que Dios bendiga su celo, que recompense su caridad! No dejo de rezar y de hacer rezar por su salud, pero envidio su suerte y no les ofendo teniéndoles lástima. ¡Qué felices son al poder sacrificarse por las almas de sus hermanos a los que santifican, a los que salvan, a los que envían a la gloria a costa de su vida, como nuestro divino Maestro, que murió por la salvación de los hombres! ¡Qué admirables son! Pero también, ¡qué felices son esos queridos mártires de la caridad! ¡Qué hermosa página para la historia de nuestra Congregación!
Carta a Bruno Guigues, Agosto 1°, 1835, EO VIII núm. 529
¡En verdad una hermosa página Oblata, que se ha repetido una y otra vez en nuestro servicio a los más abandonados hasta nuestros días!