EL MISIONERO: EL TODO O NADA DE LA VIDA RELIGIOSA

Los sacerdotes infrascritos,
Tienen el honor de solicitar de Uds. la autorización para reunirse en Aix, en la antigua casa de las Carmelitas adquirida por uno de ellos, para vivir allí en comunidad, bajo una regla cuyos puntos principales desean exponer.

El primer punto que ellos señalaron era:

El fin de esta Sociedad no es sólo trabajar por la salvación del prójimo, dedicándose al ministerio de la predicación; se propone también principalmente proporcionar a sus miembros los medios para practicar las virtudes religiosas, por las que sienten un atractivo tan grande que la mayoría de ellos se hubieran consagrado a observarlas de por vida en alguna Orden religiosa, de no abrigar la esperanza de encontrar en la comunidad de los Misioneros casi las mismas ventajas que en el estado religioso que desearían abrazar

Petición de Autorización Dirigida a los Señores Vicarios Generales de Aix,
el 25 de enero 1816, E.O. XIII n.2

Eugenio era una persona de “todo o nada” y él quería, al mismo tiempo, una dedicación 100% a Dios y una dedicación 100% a evangelizar a los más abandonados. Desde el comienzo él entendió el compromiso de la vida religiosa como su propio camino para unir estos dos ideales. Sus compañeros, sin embargo, eran sacerdotes diocesanos –no todos veían las cosas exactamente igual que Eugenio. Ellos querían entregarse generosamente a Dios y la salvación de los otros, pero sin hacer votos. Este párrafo de su primera Regla muestra el compromiso que iba a llegar en unos tres años: vivir el espíritu de la vida religiosa pero sin hacer votos.

Eugenio estaba tan convencido de la necesidad de una consagración formal que él y Henri Tempier hicieron votos privados diez semanas después. ¡Para él esto era una cuestión de todo o nada!

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