HACE 200 AÑOS: APRENDIENDO A SERVIR A DIOS EN EL PROJIMO

Los eventos de los años anteriores le llevaron a comprender que vivir “todo por Dios” le acerca no a un estilo de vida monástico contemplativo, sino al servicio de Dios en el prójimo:

que me consagre de nuevo y para siempre al servicio del prójimo, pero que me olvide menos de mí mismo, que vele más por mi vida interior, que no me deje absorber del todo por las obras del celo exterior, es decir, en una palabra, que trabaje a la vez por la salvación de los otros y por mi propia santificación.

La gracia de Dios le ha transformado, así sus oraciones son para que la gracia de Dios no sea en vano:

Dios mío, la falta es solo mía, pues vuestra gracia no cesa de prevenirme y de estimularme y me acompaña siempre.
Haced, Señor, que yo sea más dócil a seguir sus impulsos,
más atento a escuchar sus inspiraciones
y más fiel a poner en práctica las resoluciones que me dicta.

Retiro de un día, durante el retiro de la comunidad, el 30 de octubre 1818,
E.O. XV n. 148

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