HACE 200 AÑOS: UN SERMÓN SIN FINAL

Rey recuerda una anécdota respecto a la predicación entusiasta de Eugenio y la respuesta no tan entusiasta del pastor en St. Laurent.

Los tres domingos que pasó en St. Laurent, el Padre de Mazenod tomó la responsabilidad de predicar el sermón en provenzal en la parroquia y explicar el Credo. El último domingo deseaba completar las instrucciones, por lo que prolongó su sermón más allá del tiempo habitual. Era el día en que la Misa era cantada. Sin embargo, el pastor, normalmente un hombre excelente y de gran virtud, se impacientó con su duración, pues no entendía el motivo.

Levantando su sotana, consultó el reloj y comenzó a murmurar en tono alto, al mismo tiempo del sermón sin fin. En un momento dado no pudo contenerse más y gritó al predicador:

“pero señor, concluya de una vez o continuaremos aquí al medio día”

“sólo un momento más, señor pastor, le respondió.”

Pero después de un rato, el momento le pareció demasiado prolongado al pastor. Repentinamente se levantó de su silla, dirigiéndose al centro del altar y con voz sonora, entonó: “Credo in unum Deum.”

El predicador se vio forzado a dejar el púlpito de inmediato sin poder decir una palabra más, aunque con una sonrisa en su rostro.

Rey I, nota al pie en la pág. 230

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