La consagración episcopal llevaría a Eugenio a una relación particular con la Iglesia:
No, que no me domine nunca el espíritu parcial, el espíritu de orgullo y de terquedad; siempre sencillo en mi fe, siempre unido en la doctrina y hasta en la opinión y enseñanza a la Iglesia y a su Jefe visible, el Vicario de Jesucristo.
Luego aparece su corazón Oblato: la importancia de siempre estar cerca de su gente. Como obispo titular (“auxiliar”), no tendría diócesis, pero se dedicaría a amar a quienquiera fuera encomendado a su cuidado.
Pobre pueblo rudo e ignorante, queridos hijos, objeto del mayor cuidado en mi ministerio sacerdotal, la Iglesia les encomienda a mí ahora como pontífice. ¡Ah!, no serán olvidados, serán siempre la parte más preciosa, no digo de mi grey pues no la tendré, pero a la que mi cuidado llegará en todas partes adonde pueda ser llamado a ejercer mi ministerio.
Diario de Retiro antes de ser consagrado obispo, Octubre 7-14, 1832, EO XV núm. 166