En medio de la persecución religiosa y las desilusiones y pérdidas que había sufrido por dos años, Eugenio recuerda uno de los eventos más importantes de nuestra vida Oblata: ¡el día en que comenzó la aventura Oblata con gran sencillez y pobreza y con gran júbilo por haber descubierto lo que Dios deseaba de ellos!
Mañana celebro el aniversario del día en que, hace 16 años, dejé la casa materna para ir a vivir en la misión. El P. Tempier había tomado posesión de ella unos días antes. Nuestro alojamiento no era tan magnífico como el Castillo de Billens y por carentes que estén de cosas, más lo estábamos nosotros. Mi cama de tijera estaba en el pequeño pasillo que lleva a la biblioteca, que entonces era una sala grande que servía de dormitorio al P. Tempier y al otro, quien ya no está entre nosotros (P. Icard). Era también nuestra sala de comunidad. Una lámpara era todo nuestro alumbrado y al acostarnos, la colocábamos en el umbral de la puerta para que nos sirviera a los tres.
Carta a Jean Baptiste Mille, Enero 24, 1831, EO VIII núm. 383