DIOS SALVE AL REY – ¿O NO?

Las nuevas autoridades civiles demandaron el canto, al finalizar la Misa de la fiesta del 15 de agosto, del verso Domine salvum fac regem Ludovicum Philippum [ed. Dios salve al rey, Luis Felipe]. El Obispo Fortuné hubo de enfrentar una difícil decisión en Marsella. Eugenio escribió a Henri Tempier, el otro Vicario General de la diócesis:

Imaginaba ciertamente el apuro en que se iban a encontrar el 15 para el canto del Domine salvum fac ( ). Me gusta más la conclusión, que todos los razonamientos y las autoridades que preceden. Su consejo tendrá consecuencias que sinceramente no quisiera aceptar. De hecho, veo en ello la doctrina del gobierno;

Carta a Henri Tempier, Agosto 19, 1830, EO VII núm. 357

Leflon nos da el antecedente:

Profundamente afectado por la caída de la dinastía Bourbon, que en su opinión presagiaba el retorno de 1793 y una nueva persecución de la Iglesia, Fortuné enfrentó un problema adicional al decidir qué posición oficial adoptar hacia el nuevo régimen, puesto que el Teniente-General Delort, Comandante de la Octava División en Marsella, sugirió que el Obispo ordenara se cantara el Domine salvum fac regem el 15 de agosto, por Luis Felipe, cuyo gobierno había sido anunciado en Marsella dos días antes. Fue un grave asunto de conciencia para el prelado, quien no pudo tomar uno u otro partido sin declararse a favor o en contra del régimen de Orleans, que a través de disturbios había reemplazado a lo que se consideraba la dinastía legítima. Un consejo diocesano, realizado en el palacio del obispo, estuvo a favor de cumplir con las órdenes del General, hasta que alguien sugirió la forma de eludir el  dilema: la oración por el rey se limitaría a cantar el Exaudiat  sin ninguna mención de la cabeza del gobierno por nombre. El clero seguiría esta fórmula hasta que el Papa hiciera un anuncio oficial.

El Padre de Mazenod no estuvo en absoluto satisfecho con ello. Hábil como haya parecido, el método de evitar el tema era aún equivalente a una primera concesión que llevaría a otras mucho más serias, para terminar en una sumisión total. Leflon 2, pág. 343.

 

 

 

 

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