EUGENIO Y LA HISTORIA DE FRANCIA: EL SANTO PADRE DERRAMÓ LÁGRIMAS AL VERLOS Y BENDECIRLOS

Hemos visto que al ser liberado el Papa, la gente de Aix desobedeció las órdenes de Napoleón y fue en multitud a saludar al Santo Padre a su paso por su ciudad. Eugenio estuvo entre ellos. Fue un gesto peligroso en tiempos de persecución, por lo que Eugenio se dio una identidad distinta en la carta, haciéndose pasar por la mujer que escribía.

La narración es bastante larga, pero expresa la emoción de la primera vez que Eugenio tuvo contacto con el Papa:

Estoy bien, aparte de una herida que me hice en el talón al acompañar el coche del Santo Padre. Me había asido a la puerta que como sabes, está muy cerca de la rueda; estoy contento por haberme mantenido tanto tiempo en ese lugar, aunque me hubiese costado más.
“El lunes 7, a las 8 de la mañana llegó la noticia de que el Santo Padre pasaría al mediodía. El rumor corrió como pólvora e inmediatamente se cerraron las puertas de las tiendas y todo el mundo acudió, a pesar del viento que aquel día soplaba con una rabia endiablada. Le esperamos no sólo las señoras mayores como nosotras, sino las damas más jóvenes y más finas que, mezcladas con el resto de la población, acudieron fuera de la ciudad al lugar por donde pasaría el Santo Padre. Parece que quienes  ordenaron no se detuviera y de ser posible ni siquiera pasara por las grandes ciudades, no pensaron que la gente podía salir. Tan es así, que dentro sólo quedaron los agonizantes. En cuanto apareció el Santo Padre, sólo se oyó un grito: ¡Viva el Papa! ¡Viva el santo!
“Soltando la brida de los caballos detuvieron el coche. Era una inmensa y jubilosa muchedumbre.  El entusiasmo, los sentimientos de amor y respeto manifestados con la vivacidad  nacional se reflejaban tan bien en todos los rostros, que el Santo Padre no se cansaba de mirar, de bendecir y de llorar. Me abrí paso entre la multitud llegando hasta la portezuela, de la que no me separé hasta llegar el relevo que estaba listo fuera de la ciudad. Mi amiga, a quien viste conmigo en Grenoble, perdió un zapato; alguien recogió nuestros sombreros perdidos en el tumulto, que nos fueron devueltos al regresar a casa. Imagina ese coche que llevaba lo más precioso que hay en la tierra, en medio de 15 o 20 mil personas que no cesaban de gritar las cosas más tiernas y apropiadas para llegar al corazón del buen Padre; fue encantador.”

Carta a Madame Ginod, Febrero  10, 1814 (París, Arco de Sainte-Enfance). Documentos de Forbin-Janson. 

Mme. Ginod evidentemente era un remitente ficticio, utilizado para encubrir a Forbin-Janson.

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