JOSEPH AMBROISE VINCENS, OMI

Nuestra lectura cronológica de las cartas de Eugenio nos presenta al misionero Oblato
Joseph Ambroise Vincens, quien se convertiría en una figura importante de la historia de la Congregación.

A los 27 años de edad fue ordenado sacerdote diocesano para la Arquidiócesis de Aix. Al conocer la misión de los Oblatos en la ciudad, discernió el llamado a unirse a ellos, ingresando al noviciado y haciendo su oblación en 1834. Fue asignado al Santuario de Notre Dame de l’Osier, donde permaneció 20 años.

Yvon Beaudoin nos relata:
«La comunidad recupera la vida del santuario mariano y en particular predica varias misiones en la diócesis. El P. Vincens es quien habitualmente encabeza los equipos misioneros, y es al mismo tiempo director de peregrinaciones en la temporada estival, e infatigable misionero durante el invierno.

En ese tiempo funda también una congregación de religiosas: funda la Congregación de las Hermanas Oblatas de María Inmaculada. Redacta sus reglas, marcando como objetivo su santificación personal, la importante obra de los retiros, el cuidado de los peregrinos, el cuidado de los internos, etc. En 1868, esta congregación se fusionó con las Hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos…

Fue también Maestro de Novicios y Asistente General en otra época de su vida.

El P. Fabre escribe: “Nos es imposible decir el número de parroquias que ha evangelizado en los diez años que desempeñó la función de primer asistente del P. Guigues, o en los diez años en los que tuvo el cargo de superior. Sólo Dios sabe el bien que ha logrado su humilde servidor, quien supo hacer fructificar los talentos que le confió el Padre de familia”.

Mons. de Mazenod le considera muy buen misionero, como deseaba fueran los oblatos. El P. Fabre escribe: “El Padre Vincens poseía la elocuencia popular. Siempre elevado en su estilo, dueño de su pensamiento y su expresión, supo a la vez instruir los espíritus ignorantes e interesar a las élites intelectuales. Con una sencillez y una claridad sorprendentes, conquistó de inmediato a su auditorio, a quien animaba a compartir todas sus convicciones. Lo que más causaba asombro era el profundo sentimiento de lo que decía, su amor por las verdades que predicaba…”

Ver el artículo del Diccionario Histórico: https://www.omiworld.org/es/lemma/vincens-joseph-ambroise-es/ 

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PREDICA COMO UN VERDADERO APÓSTOL Y SERÁ UN TESORO PARA LA CASA DE L´OSIER

Eugenio termina su carta al Obispo de Grenoble comentándole que enviaría al Padre Vincens para integrarse a la nueva comunidad Oblata en Notre Dame de l’Osier. 

La persona que envío para aumentar la familia es excelente en todos los aspectos. Hago un gran sacrificio al enviarlo a esa comunidad, pues pensaba nombrarlo superior de nuestra casa en Friburgo. Predica como un verdadero apóstol, sin pretensión y con resultados. Es bueno, agradable y regular; será un tesoro para la casa de l´Osier.

Carta al Obispo Philibert de Bruillard de Grenoble, Agosto 18, 1834, EO XIII núm. 82

Es bueno recordar a este misionero Oblato, con gratitud a muchos otros que hemos conocido.

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LE AMARÁN COMO A SU PADRE; SU PROTECTOR Y GUÍA

Así, para disipar cualquier temor que el Obispo pudiera tener acerca de la independencia de una congregación religiosa en su diócesis, Eugenio le asegura la relación que espera de los Oblatos con el obispo local de la diócesis en la que trabajan. 

Dependerán de usted como su obispo, le amarán  como a su padre, otorgándole de antemano  su agradecimiento y confianza, como su protector y guía.
 
Con certeza pondrán todo su empeño en secundar todos sus puntos de vista y complacerle, pues están educados desde hace mucho en la dependencia de los obispos, a quienes su Instituto les prescribe honrar muy especialmente, no “ad oculum servientes” (no sirviendo porque los miran), sino “propter conscientiam” (sino por conciencia), (Ef. 6,6). En una palabra, serán sus hombres; y aunque la Regla determine el régimen interno de su comunidad, en ello mismo encontrará que cumplen su voluntad, ya que usted no pide nada mejor que verlos vivir en una perfecta regularidad, conforme a lo que la Iglesia les pide, al aprobar sus Constituciones

Habiendo asegurado al Obispo que los Oblatos serían buenos cooperadores en su diócesis, concluye con el deseo de que pudiera olvidarse el problema de la impetuosidad de Dupuy y Dassy. 

He aquí, Monseñor, lo que Dios me inspira escribirle con toda sencillez. Con su palabra todo quedará subsanado.

Carta al Obispo Philibert de Bruillard de Grenoble, Agosto 18, 1834, EO XIII núm. 82

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SAN EUGENIO Y LA RESURRECCIÓN: CON EL DESEO DE QUE LOS HOMBRES EN QUIENES CONTINÚA SU PASIÓN CONOZCAN TAMBIÉN LA FUERZA DE SU RESURRECCIÓN

A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo rescatado por su sangre, con el deseo de que los hombres en quienes continúa su pasión conozcan también la fuerza de su resurrección (cf. Fil 3, 10).

CC&RR, Constitución 4

Desde su primera predicación, Eugenio invitaba constantemente a los pobres a comprender la invitación transformadora de la resurrección en sus vidas.

Venid ahora a aprender de nosotros lo que sois a los ojos de la fe.
Pobres de Jesucristo, afligidos, miserables, dolientes, enfermos, cubiertos de llagas, etc., vosotros todos a quienes la miseria abruma, mis hermanos, mis queridos hermanos, mis respetables hermanos, escuchadme.
Sois los hijos de Dios, los hermanos de Jesucristo, los herederos de su Reino eterno, la porción escogida de su heredad; sois, en frase de san Pedro, el pueblo santo, sois reyes, sois sacerdotes, sois en cierta manera dioses, vosotros sois dioses, y todos sois hijos del Altísimo.
Levantad, pues, vuestro espíritu, que vuestras almas abatidas se dilaten, dejad de reptar por la tierra: vosotros sois dioses, y todos sois hijos del Altísimo (Sal 81, 6)
Elevaos hacia el cielo donde debe estar vuestro pensamiento más  nuestra ciudadanía está en los cielos (Fil 3, 20); que vuestros ojos traspasen de una vez los harapos que os cubren; hay dentro de vosotros un alma inmortal hecha a imagen de Dios que está destinada a poseerlo un día, un alma rescatada al precio de la sangre de Cristo, más preciosa a los ojos de Dios que todas las riquezas de la tierra y que todos los reinos del mundo, un alma de la que él es más celoso que del gobierno del universo entero.
Cristianos, conoced vuestra dignidad, os diré con san León, partícipes de la naturaleza divina, etc.

Instrucciones familiares en provenzal, dadas en 1813 en la Magdalena, EO  XV n. 114

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EUGENIO Y LA RESURRECCIÓN: DESDE LA CRUZ A LA FUERZA DE LA RESURRECCIÓN

Jamás mi alma quedó más satisfecha, jamás sintió más felicidad; y es que en medio de aquel torrente de lágrimas, a pesar de mi dolor, o más bien a través de mi dolor, mi alma se lanzaba hacia su fin, hacia Dios, su único bien, cuya pérdida sentía vivamente
¿Para qué decir más? ¿Podré expresar algún día lo que experimenté? El solo recuerdo me llena el corazón de dulce satisfacción. He buscado la felicidad lejos de Dios y no he encontrado más dolor y pesadumbre.
Feliz, mil veces feliz de que ese Padre bondadoso, a pesar de mi indignidad, me haya otorgado la inmensa riqueza de su misericordia.
Al menos compense el tiempo perdido redoblando mi amor por él. Que todas mis acciones, pensamientos, vayan dirigidas a este fin. ¡Qué ocupación más gloriosa que hacer todo y por todo únicamente por Dios, amarle sobre todas las cosas, y amarle más por cuanto he tardado en amarle. ¡Ah! esto es comenzar ya aquí, la vida bienaventurada del cielo. Esa es la verdadera forma de glorificarle como es Su deseo.

Diario de Retiro, Diciembre 1814, EO XV núm.130

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SAN EUGENIO Y LA RESURRECCIÓN: RECORRÍA EN ESPÍRITU LAS IGLESIAS DE TODA LA TIERRA, EN LAS QUE EN EL MISMO MOMENTO RESONABAN EN LAS BÓVEDAS LAS ALABANZAS AL SALVADOR RESUCITADO

Recorría en espíritu las iglesias de toda la tierra, en las que en el mismo momento resonaban en las bóvedas las alabanzas al Salvador resucitado.
Estaba en Aix, estaba en Roma, estaba en China, en todas partes hallaba la misma alegría por el mismo motivo. No contento con ese concierto de todos los cristianos dispersos por toda la tierra, me atreví a penetrar hasta en el cielo. Ah! me convencí muy pronto que todo cuanto me encantaba aquí abajo no era sino el débil eco de los cantos de alegría, de indecible felicidad que animaba a todos los bienaventurados en este día que ha hecho el Señor. Oh! qué grande es el corazón de un cristiano! cuantas cosas abarca a la vez!, parece en un primer momento que el menor consuelo lo llena y que por momentos se va a desbordar; en absoluto, es siempre capaz de contener más; en el colmo de la alegría, desea más todavía, pero esa insaciable sed solo quedará satisfecha en el cielo

Carta a su madre, 4 abril 1809, EO XIV n 50

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SAN EUGENIO Y LA RESURRECCIÓN: ENCONTRABA CON ACENTOS DE ALEGRÍA QUE RESONABAN EN MIS OÍDOS Y HASTA EL FONDO DE MI CORAZÓN

El día de Pascua estábamos en la iglesia a las 4 de la mañana para cantar Maitines, Laúdes y Prima. Después de Prima se cantó una primera Misa Mayor en la que comulgó el seminario…
 Volvimos a las 10,45 para la segunda Misa Mayor en la que fui de nuevo crucífero. La ceremonia acabó a la una y media. Las Vísperas empezaron a las cuatro, luego el sermón, luego la bendición, en resumen volvimos al seminario a las 8,30.
 Calculando todas esas horas son doce y algo más pasadas en la iglesia, pero es incalculable la dicha que he sentido durante ese tiempo que me ha parecido pasar como un minuto.
Gozaba en el soberbio Templo donde me encontraba con acentos de alegría que resonaban en mis oídos y hasta el fondo de mi corazón;

Carta a su madre, 4 abril 1809, EO XIV n 50

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SAN EUGENIO Y LA RESURRECCIÓN: CUANTO AGRADECIMIENTO DEBE LLENAR NUESTROS CORAZONES AL PENSAR QUE ESE BUEN MAESTRO HA QUERIDO HACERNOS PARTÍCIPES DE SU RESURRECCIÓN

Oh! qué encantadora solemnidad para los cristianos!  cómo se dilata el corazón! con qué alegría nos unimos a toda la Iglesia a la del cielo y a la de la tierra para celebrar la gloriosa Resurrección de Nuestro Salvador! Después de haberlo acompañado en las dolorosas circunstancias de su pasión, después de haber llorado sobre los tormentos que nuestros pecados le habían hecho sufrir, qué consolador es verle resucitar triunfador de la muerte y del infierno, y cuanto agradecimiento debe llenar nuestros corazones al pensar que ese buen Maestro ha querido hacernos partícipes de su resurrección destruyendo en nosotros el pecado y dándonos nueva vida. Hemos pasado ese día unas dos horas bien contadas en la iglesia, no me hubiese gustado me restaran un minuto. Me parecía estar en el cielo; cómo será la alegría y la felicidad que sentiremos en esa bienaventurada patria? Pero es una carta lo que estoy escribiendo, y no es un tema de meditación, por eso le hago gracia de mis reflexiones.

Carta a su madre, 4 abril 1809, EO XIV n 50

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LA SEMANA SANTA CON SAN EUGENIO: VIERNES SANTO – ¿PUEDO OLVIDAR LA VISTA DE LA CRUZ?

¿Puedo olvidar aquellas lágrimas amargas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?

Diario de Retiro, Diciembre 1814, EO XV núm.130

“¿Puedo olvidar… que la vista de la cruz?” pregunta Eugenio?

Toda acción durante su vida, todas las ocasiones en que predicó el Evangelio, todas las veces que extendió sus manos a los pobres y más abandonados, era una proclamación de: “¡Nunca puedo olvidar la vista de la cruz!”

Es la única señal distintiva que dió a los Oblatos – bajo la cual todos los aspectos de nuestra vida se desarrollan: “¡Nunca olvidar la vista de la cruz!”

“A través de los ojos del Salvador Crucificado” es el único punto de vista que la familia  Mazenodiana es llamada a ver el mundo: “¡Nunca olvidar la vista de la cruz!”

Justo al final de su vida, el P. Tempier escribió a los Oblatos: “Es imposible describirles el ejemplo que dió, los sentimientos manifestados durante estos tres días [de preparación para el Sacramento de los enfermos]. Consideramos una gracia especial haber visto y escuchado lo que presenciamos. Gritó:

Estoy en la cruz y con gusto permanezco en ella y ofrezco mi sufrimiento a Dios por mis queridos Oblatos

Circular núm. 2  del 29 de Enero de 1861 en Escritos Oblatos II, vol. 2, núm. 116.

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LA SEMANA SANTA CON SAN EUGENIO: JUEVES SANTO – OBLACIÓN EL GOZO DE LA COMUNIÓN

… Hicimos nuestros votos con indecible alegría. Saboreamos nuestra dicha durante toda esta hermosa noche en la presencia de nuestro Señor, al pie del trono magnífico donde lo habíamos puesto para la misa de los presantificados del día siguiente..

Rambert I, p. 187

Leyendo la descripción que hace Eugenio de la noche de sus primeros votos, uno es capaz de sentir la belleza del gesto de oblación y su importancia para él. Como habla del gozo y de las horas pasadas saboreando la profundidad del momento, una experiencia de intimidad con Jesús en su presencia Eucarística que el refiere en otros escritos.

Meditar sobre la celebración del primer Jueves Santo de los Misioneros me hace recordar la oración de Jesús en la última cena, donde invitó a los apóstoles a la comunión con su Padre: “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos”. (Juan 17, 26). En el espíritu de la promesa de Jesús en el primer Jueves Santo en Jerusalén: “Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado” (Juan 16, 24), podemos entender algo de la plenitud de alegría experimentada en el Jueves Santo de 1816 en Aix, Provenza – y en nosotros hoy día.

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