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SERÁ COMO EL UNIFORME QUE NOS CONSTITUYE EXTERIORMENTE COMO LA TROPA DE ÉLITE DE MARÍA
Encontramos esta nota en el diario de Eugenio:
“Es apropiado relatar aquí el privilegio que nuestro Santo Padre, el papa Gregorio XVI otorgó a nuestra Congregación respecto al escapulario o pequeño hábito de la Santísima Virgen, decretado por el Capítulo General de 1837”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Agosto 20, 1843, EO XXI
El Capítulo General de 1837 había solicitado se entregara un escapulario de tela de la Virgen María a cada Oblato el día de su oblación perpetua. La costumbre continúa hasta hoy, excepto que el escapulario de tela se reemplazó por una medalla de María Inmaculada.
“He hecho copiar el escrito que autoriza a los superiores a bendecir los escapularios de la Inmaculada Concepción que adoptó el Capítulo de 1837. Nuestros Padres llevan con ellos el modelo de la forma aceptada para los hábitos y se confeccionarán parecidos para todos los profesos. No hemos tenido tiempo para hacer grabar la imagen que deberá ser aplicada sobre ese hábito; les serán entregadas cuando estén hechas y mientras tanto se utilizará el escapulario sin imagen. Es necesario que todos los miembros de la Congregación quieran ese hábito oculto que les será propio. Será como el uniforme que nos constituye exteriormente como la tropa de élite de María. El día de la oblación será bendecido solemnemente y colocado momentáneamente sobre la sotana del nuevo Oblato. Después de la ceremonia, lo ocultará debajo de la sotana, teniendo cuidado de hacer caer los dos extremos, uno sobre el pecho y otro sobre la espalda…”
Carta al Padre Jean Baptiste Honorat, Agosto 18, 1843, EO I núm. 24
El significado del escapulario sigue vigente hasta hoy:
“La tienen siempre por Madre. Viven sus alegrías y sufrimientos de misioneros en íntima unión con ella, Madre de misericordia. Y dondequiera que los lleve su ministerio, tratan de promover una devoción auténtica a la Virgen Inmaculada, que prefigura la victoria definitiva de Dios sobre el mal”.
CC&RR Constitución 10
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UNA INVITACIÓN A REZAR CON LA FAMILIA MAZENODIANA EN TODO EL MUNDO

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OBLACIÓN: NOS ENTREGAMOS A ÉL SIN RESERVA Y SIN CONDICIONES
Eugenio continúa su reflexión en el significado de la oblación del Hermano Charles Baret, quien acababa de profesar sus votos perpetuos.
“Querido hijo, acostúmbrate pronto a confiar en Dios sin reserva. Hay que ser completamente generoso con un Padre tan bueno, que es al mismo tiempo tan grande y poderoso. Nada de reserva cuando uno se entrega a él. Él conoce tus necesidades y los deseos legítimos de tu corazón, nada más hace falta. Desea, con razón, que nos consideremos honrados, que nos sintamos felices por ser admitidos en el secreto de la intimidad de sus discípulos privilegiados, y que a cambio y por gratitud, nos entreguemos a él sin reserva y sin condiciones… Te has consagrado a Dios, a su Iglesia, a la Congregación…
Me despido mi querido hijo, dándote mi primera bendición y abrazándote con todo mi corazón”.
Carta al Hermano Charles Baret, en Notre Dame de L’Osier, Agosto 18, 1843
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OBLACIÓN: EL SALVADOR, JESUCRISTO, NUESTRO MAESTRO COMÚN, HA RECIBIDO TUS VOTOS, TE HA ADOPTADO Y MARCADO CON EL SELLO QUE NOS CONSTITUYE EN LO QUE SOMOS
Antes de hacer su oblación perpetua, Charles Baret de 18 años, había escrito a Eugenio, quien le contesta:
“Mi querido hijo, eras solo novicio cuando me escribiste el 5 de agosto y hoy eres hijo de la Congregación, que se gloría por justo título de tener a la Santísima Virgen María Inmaculada por madre; estás consagrado a Dios de por vida y más allá por tu oblación, y debo agregar con toda humildad y gran consuelo, que con ello también me he convertido en tu padre. No te conozco personalmente, pero como el afecto que me une a mis hijos es esencialmente de orden espiritual, me basta saber que N. S. Jesucristo, nuestro maestro común, ha recibido tus votos, te ha adoptado y marcado con el sello que nos constituye en lo que somos, para que los lazos de la caridad nos unan y que yo sea por siempre para ti lo que tú eres para mí”.
Carta al Hermano Charles Baret, en Notre Dame de L’Osier, Agosto 18, 1843
¡Una hermosa reflexión sobre la relación entre cada miembro de la Familia Mazenodiana y nuestro Fundador y Padre, San Eugenio!
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QUE EL BUEN PADRE VINCENS SE ALEGRE DE ELLO Y LLEVE A ELLOS SU PENSAMIENTO CUANDO ENCUENTRE ALGUNA DIFICULTAD
“Les es imposible tener mayor generosidad, una dedicación más perfecta, pensamientos más espirituales. Sacrifican sus afectos naturales y más legítimos con una verdadera alegría basada en la fidelidad y el amor a su vocación. Saben que no volverán a ver su patria y se reprocharían echarla de menos”.
“Dios nos ordena ir, me decían, no debemos ocuparnos de otra cosa. Verdaderamente me cuesta ocultar mi emoción y contener mi admiración. Son discípulos que honran a su maestro”.
Así había escrito Eugenio con admiración acerca de los tres escolásticos Oblatos que se preparaban para ir a Canadá y ahora invitaba al Padre Vincens, quien fuera responsable de su formación, de regocijarse con el fruto de su ministerio de formación.
“Que el buen P. Vincens se alegre de ello y lleve a ellos su pensamiento cuando encuentre alguna dificultad. Nuestro Señor, modelo divino, tenía mucho que sufrir con sus amados apóstoles que tan a menudo eran insoportables y fatigosos”.
Carta al Padre Bruno Guigues, Agosto 18, 1843, EO X núm. 812
Quienes participan en el ministerio de formación reconocen que encuentran muchas dificultades y tendemos a recordarlas. Eugenio aconseja al Padre Vincens recordar sus éxitos cuando las dificultades y fallas le abrumaran.
Diez años antes Eugenio había alentado al Padre Mille, al estar en circunstancias similares:
“Te devolverán lo que hayas hecho por ellos, cuando al terminar sus estudios comiencen a trabajar en la viña del Padre de familia; será entonces cuando recojas lo sembrado ahora; la doble participación que tendrás en todas sus obras te compensará ampliamente el sacrificio que haces”.
Carta a Jean-Baptiste Mille, Abril 21, 1832, EO VIII núm. 420
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SABEN QUE NO VOLVERÁN A VER SU PATRIA Y SE REPROCHARÍAN ECHARLA DE MENOS
En la entrada anterior vimos cómo Eugenio encomendó a los tres jóvenes Oblatos destinados a ser misioneros en Canadá, los Hermanos Brunet, Garin y Laverlochère, a la protección de María. Escribió acerca de ellos al Padre Guigues, superior de la comunidad donde recibieron su primera formación. El Padre Vincens había estado a cargo de su formación.
“Fueron ordenados subdiáconos el domingo pasado con el Hno. Nicolás. Pasado mañana los ordenaré diáconos … Di al P. Vincens para su consuelo, que estoy encantado con esos jóvenes. No hablo del Hno. Nicolás que no tiene que hacer grandes sacrificios, sino de los otros tres, que inspiran mi admiración y ternura. Les es imposible tener mayor generosidad, una dedicación más perfecta, pensamientos más espirituales. Sacrifican sus afectos naturales y más legítimos con una verdadera alegría basada en la fidelidad y el amor a su vocación. Saben que no volverán a ver su patria y se reprocharían echarla de menos”.
Los jóvenes sabían que probablemente nunca volverían a ver a sus familias o su país de origen. Comprendían y aceptaban el gran sacrificio como resultado de su oblación.
“Dios nos ordena ir, me decían, no debemos ocuparnos de otra cosa. Verdaderamente me cuesta ocultar mi emoción y contener mi admiración. Son discípulos que honran a su maestro”.
Carta al Padre Bruno Guigues, Agosto 18, 1843, EO X núm. 812
Habían comprendido y se dejaban llevar por las palabras de Eugenio hacía 25 años:
“Nuestro Señor Jesucristo nos ha dejado el cuidado de atender y continuar la gran obra de la redención de los hombres.
Es únicamente hacia ese objetivo que deben tender todos nuestros esfuerzos; mientras no hayamos empleado toda nuestra vida y dado toda nuestra sangre para lograrlo, no tenemos nada que decir; con más razón cuando todavía no hemos dado sino unas gotas de sudor y algunas pequeñas fatigas”.
Carta a Henri Tempier, Agosto 22, 1817, E.O. VI núm. 21
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NUESTROS JÓVENES OBLATOS SE COLOCARON ELLOS Y A SU MISIÓN BAJO LA PROTECCIÓN DE NUESTRA BUENA MADRE
Como Oblato de María Inmaculada, nuestro Fundador tenía un amor especial por el santuario de Notre Dame de la Garde en Marsella (Nuestra Señora de la Guarda de la ciudad y de todos los que viajaban por mar desde el puerto).
“Misa en N.D. de la Garde según mi costumbre de subir al santuario el jueves de la octava…”
Eugenio se hace acompañar de forma especial por tres jóvenes escolásticos Oblatos que saldrían a Canadá y serían ordenados al sacerdocio en ese país, donde serían misioneros.
“Hice que me acompañaran nuestros jóvenes oblatos, los hermanos Brunet, Garin y Laverlochere, quienes se colocaron ellos y a su misión bajo la protección de nuestra buena Madre. El hermano Nicolas cayó en cama por una indisposición pasajera. Vuelvo a mencionar a estos excelentes jóvenes; imposible tener mayores elogios de su vocación. Van a salir para Canadá”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Agosto 17, 1843, EO XXI
Eugenio construiría una magnífica basílica para Notre Dame de la Garde, a cuyo cuidado maternal encomendó a todos los misioneros Oblatos que dejaban Francia.
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ESENCIALMENTE SON HOMBRES DE LOS OBISPOS
En la carta al Obispo de Quebec que vimos en la entrada anterior, Eugenio utiliza una oración en la que es importante que nos enfoquemos:
“Esencialmente son hombres de los obispos, pues para ello les fundé, y gracias a Dios, están todos permeados del espíritu propio del Instituto”.
Carta al Obispo de Quebec, Agosto 10, 1843, EO I núm. 22
La frase “son hombres de los obispos” ha sido mal usada en ocasiones. No significa que los obispos traten a los sacerdotes Oblatos como sacerdotes diocesanos, sino que dispongan de ellos como les sea más conveniente. La segunda parte del comentario de Eugenio ayuda a comprenderlo: “están todos permeados del espíritu propio del Instituto”. Los sacerdotes Oblatos tienen un carisma y espíritu específico con el que contribuyen a la diócesis local y con el que realizan su ministerio. En varias ocasiones Eugenio retiró a los Oblatos de algún lugar o declinó la invitación a aceptar algún ministerio por carecer del aspecto específico de ser predicadores misioneros en una comunidad apostólica para los “pobres en sus muchos rostros”.
Nuestro enfoque está en trabajar según nuestro carisma, en comunión con la diócesis y saber que nuestra vocación es diferente a la de los sacerdotes diocesanos en la administración de la Palabra y los sacramentos. Al ser asignados a las parroquias, somos llamados a realizar el mismo ministerio, pero como misioneros en una comunidad apostólica.
De nuestra Regla de Vida:
“Por amor a la Iglesia, los Oblatos cumplen su misión en comunión con los pastores que el Señor ha puesto al frente de su pueblo; aceptan lealmente, con fe esclarecida, la enseñanza y las orientaciones de los sucesores de Pedro y de los Apóstoles.
En las Iglesias locales donde trabajan, coordinan su actividad misionera con la pastoral de conjunto y colaboran fraternalmente con los demás obreros del Evangelio”
Constituciones y Reglas OMI, Constitución 6
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MIS HIJOS HAN CRUZADO LOS MARES PARA TRABAJAR CON TODO EL CELO DEL QUE SON CAPACES
Al terminar el Capítulo General, el Fundador le dio una carta al Padre Telmon para entregarla al Obispo de Quebec, diócesis adjunta a donde los Oblatos ya trabajaban.
“Más que nunca, Monseñor, siento la caridad que nos une, a pesar de la distancia que nos separa. Mis hijos han cruzado los mares para trabajar con todo el celo del que son capaces en la parte de la viña del Padre gobernada por nuestros venerables colegas del episcopado en Canadá. Un lazo más que me une a obispos al servicio de quienes me siento feliz de poder confiar un pequeño destacamento de la tropa que he formado para los combates del Señor. Me he enterado con gusto por mi amigo, el Obispo de Montreal, quien funge como su padre, que ya han realizado mucho bien en su vasta Diócesis”.
Al darse cuenta de cuánto bien Dios realizaba a través de su ministerio, el corazón de Eugenio (que a menudo se describe ser tan grande como el mundo), llegó a soñar compartirlo con todo Canadá.
“Toda mi ambición es que ese bien se propague de ser posible, por todo Canadá, que ha simpatizado tan bien con ellos. Esencialmente son hombres de los obispos, pues para ello les fundé, y gracias a Dios, están todos permeados del espíritu propio del Instituto. Así que si algún día, debido a la vecindad, le fuera conveniente recurrir a su ministerio, no dude en pedirlo, conforme al informe que le doy ocasionalmente, respecto a los principios que rigen su conducta”.
Carta al Obispo de Quebec, Agosto 10, 1843, EO I núm. 22
Este celo ha sido nuestro distintivo por más de 200 años, al principio con un pequeño grupo de Oblatos, y actualmente a través del entusiasmo y generosidad de todos los que conforman la Familia Mazenodiana en todo el mundo.
Nuestra Regla de Vida lo captura bellamente:
“…tienen responsabilidades complementarias en la obra de la evangelización. Lo intentan todo para suscitar o despertar la fe de aquellos a quienes son enviados, haciéndoles descubrir «quién es Cristo»…”
Constituciones y Reglas OMI, Constitución 7
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