La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo. (Juan 14:27)
En el Evangelio de hoy, la Paz (Juan 14:27-31), no significa esencialmente “sentirse bien” o “falta de violencia”, sino de la relación en alianza con Dios, que nadie ni nada puede arrebatarnos (ver Romanos, Capítulo 8, en especial los versículos 38-39: “Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes[a], 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Es la paz con Dios, pues Jesús como Salvador nos reconcilió en la Cruz, sellándola con el don del Espíritu Santo.
San Eugenio escribe a su madre en 1811:
Pero ¿queremos ganar el cielo sin que nos cueste? No, coloquemos todas esas contradicciones al pie de la cruz de nuestro buen Jesús; ofrezcámosle varias veces al día todo lo que hacemos para agradarle, y luego, estemos en paz.
Le exhorta a unirse más frecuentemente a Jesús en la oración, en especial en su presencia Eucarística.
¡Ah, querida mamá! ¿por qué no acude un poco más a menudo a la fuente de todo consuelo? ¿no escucha al Salvador decirle desde su tabernáculo: querida alma ¿por qué estoy aquí olvidado?
¿Estaré repitiendo en vano las mismas palabras que dije a mis discípulos: vengan a mí, los atribulados y afligidos: vengan y les daré descanso y consuelo; vengan a mi en esta unión íntima para la cual permanecí con ustedes y el bálsamo correrá por sus venas y su alma quedará saciada, fortalecida y renovada?
Es una confirmación de lo que Jesús dijo sus discípulos en la Última Cena, al prepararlos para una nueva forma de vida, en un mundo de rápido cambio para ellos. Así nosotros somos sus discípulos adaptándonos a nuevas realidades, y nos dice: “No se turbe su corazón ni tenga miedo”







