Aunque la primera reunión con el nuevo Arzpobispo había sido cordial, pronto cambió la situación:
Parece que en el intervalo nuestros enemigos habrán hecho mover todos los hilos y que habrán llegado a hacer cambiar al arzobispo de opinión…
Carta a Henri Tempier, el 9 de octubre 1817, E.O. VI n. 24
De hecho, los pastores de Aix habían contactado al nuevo Arzobispo, como se enteró Eugenio, al reunirse con él:
He necesitado una gracia muy especial para no romper de frente con el Prelado que ha podido dejarse influenciar hasta el punto de dar de lleno en todas las pasiones de los hombres que nos traban y nos persiguen desde hace tanto tiempo.
Es tal vez el mejor sacrificio que he hecho de mi amor propio. Veinte veces, hablando con el Prelado, he estado tentado de levantarme.
Pero la Misión, pero la Congregación, pero todas esas almas que esperan todavía la salvación de nuestro ministerio me frenaban, me clavaban en esa dura cruz que la naturaleza puede apenas aguantar… Me ha quitado razón en todo y dado el triunfo a los párrocos… si manifestaba al Prelado alguna sorpresa por ser tan mal recompensado por mi sacrificio sin medida, Mons. me objetaba los pasajes de la Escritura para probarme que sólo habla que contar con la recompensa eterna; que como el profeta había que decir sinceramente: «elegí abjectus esse in domo Dei», que tenía que prevenirme contra el orgullo farisaico que gusta ser saludado en las plazas públicas, tomar el primer lugar, adornarse con bellas estolas, que era libre de hacerme o no vicario general…
De todo ello, sólo encuentro aceptable ciertamente esta aserción, pero era una verdadera batalla sin fundamento, ya que no era yo quien le había dicho que me hiciera su gran vicario, que la cosa había salido de él, y si no lo había rehusado, es que había podido creer que ese título sería útil para hacer respetar más nuestra santa obra…
Nos hemos separado como buenos amigos, es decir, que me ha abrazado dos o tres veces, como si las heridas que desgarran el corazón pudieran ser cerradas pasando una esponja por la cara
Carta a Henri Tempier y Emmanuel Maunier, el 19 de octubre 1817, E.O. VI n. 25