UNA PETICIÓN PARA LA APROBACIÓN DIRECTA DE PARTE DEL REY.

Eugenio no estaba ni satisfecho ni preparado para esperar hasta que el tema se resolviera en el Parlamento en un futuro distante (si es que llegaba a suceder). En ese momento, todo el mundo en Aix conocía el motivo por el que estaba en París y él no podía volver allí con las manos vacías, llegando a ser el hazmerreír de todos los que se le oponían. Consecuentemente, el 31 de Julio realizó un nuevo intento mediante una carta al Ministro:

Si vuelvo a mi diócesis sin llevar el menor testimonio de la aprobación del Gobierno, habré perdido la mitad de mi autoridad y corro también el peligro de que en los sacerdotes que se han reunido conmigo cunda el desánimo, vuelvan a sus casas, y hasta de que algunos salgan del reino como se habían propuesto hacerlo antes de reunirse conmigo; y entonces habrá que renunciar a todas las ventajas que la religión, la sociedad y el Estado podrían esperar de su celo

Coloca aquí el bien realizado por los Misioneros, no sólo para la Iglesia sino también para el bien del Reino de Dios:

Considero el ministerio oscuro que he abrazado como el más importante en las presentes circunstancias, no sólo para el bien de la religión sino para el servicio del Rey y la tranquilidad pública… Pero no debo disimular a V. E. que para hacer el bien inmenso, los primeros éxitos que la Providencia nos ha proporcionado nos lo garantizan, necesito tener no sólo la confianza de los Superiores eclesiásticos, como me la han concedido hasta el presente sin restricción, sino también la del Gobierno para el cual creo trabajar tan eficazmente como para la Iglesia.

Hasta que el Parlamento diera la aprobación legal a los Misioneros, Eugenio pidió una ordenanza real, por parte del mismo Rey, que concediera de algún modo su reconocimiento oficial:

… Yo respeto mucho las ideas de V. E., para replicarle sobre ese particular, pero por lo menos, y a eso limito mi petición en este momento, es, me atrevo casi a decirlo, lo que reclamo como una recompensa por mi dedicación, que el Rey pueda por medio de una ordenanza, provisionalmente y hasta que una nueva ley fije definitivamente la naturaleza de la fundación, autorizar al sacerdote de Mazenod el reunirse con algunos sacerdotes de buena voluntad en la antigua casa de las Carmelitas de Aix para dedicarse a la formación religiosa de la juventud y desde allí trasladarse a las parroquias de las ciudades y sobre todo de los pueblos cuando soliciten la ayuda de su ministerio.

Carta a M. Lainé, Ministro del Interior, 31 de Julio de 1817, E.O.XIII n. 9

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