NUESTRA CASA SE DERRUMBARÁ, EL VIENTO Y LA MAREA CONTRA LOS MISIONEROS

Los sacerdotes estaban furiosos con la respuesta de Eugenio y el problema fue mucho más allá, llegando finalmente al Ministro de Asuntos Religiosos en París. El problema no era la Congregación de la Juventud, sino la existencia a la comunidad de los Misioneros, con su iglesia independiente y su atractivo ministerio sobre el cual, los párrocos locales no tenían ningún control. No había habido Arzobispo en Aix desde 1815. La diócesis había sido dirigida por los Vicarios capitulares, de los cuales Guigou era el único que favorecía y protegía a Eugenio y a sus misioneros.

Eugenio escribió a su amigo Forbin Janson, en París, sobre la crítica situación que estaba viviendo:

… Por caridad estáte al acecho del arzobispo que van a darnos para que me vea con buenos ojos. Sin eso nuestra casa se derrumba; el viento y la marea están en contra de los misioneros. Subsistimos, porque está en favor nuestro el Gran Vicario (Guigou); pero, ojo, si éste afloja, todo estará perdido…

Carta a Forbin Janson, 1816, E.O. VI n. 9.

Leflón toma la historia mediante la situación de Eugenio

Entonces ve hasta qué punto la existencia de su obra, tan frágil y combatida, depende de las autoridades diocesanas, y qué pequeño es el apoyo que puede esperar de ellas.
Aunque Guigou no se ablande en esa crisis, su reinado se termina y nada le garantiza que el nuevo arzobispo, cuyo nombramiento se espera, otorgue «sus favores» a los Misioneros de Provenza. «El viento y la marea son contrarios: Si nos faltan las ayudas, la casa se derrumba».
Es necesario buscar otro refugio. Con su habitual espíritu de decisión, el P. de Mazenod se dirige al gobierno real para obtener una autorización oficial que otorgue a su Instituto título y garantía legal. Era tanta la urgencia, que renuncia a presidir, el 13 de julio, la famosa primera comunión de sus congregantes, motivo de tanto lío. El día 9 sale para París.
Con el fin de despistar, porque hay que adelantarse a las denuncias y maniobras del clero de Aix, da a su madre la consigna de contestar a las preguntas indiscretas, que su hijo salió por asuntos familiares y que estará pendiente de ellos hasta el invierno.
En realidad, a la vez que defiende como puede los intereses de su padre y de su tío, el Superior saca el partido que puede de su viaje.
El peligro que corre su fundación es lo que «le obliga» a ir de repente a la capital. Se trata de defender allí su obra «atacada por ojeriza»; se trata de asegurar el futuro.

Leflón, II p.65

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