El ritmo establecido en las misiones, junto al cello y la generosidad de los misioneros pasó factura a su salud. Según pasaron los años, Eugenio insistió en ser más realistas en el uso de sus energías. En 1850, por ejemplo, dio un consejo que es tan válido ahora como entonces:
En su misión de Manchester, me he enterado, lo que el P. Aubert me disimulaba algo, que confesaban hasta las dos o tres de la mañana, lo que no puedo aprobar y lo que me hubiera obligado a reñirles. Son excesos que hemos cometido en nuestra juventud, pero no quiero que se les imite, porque quiero conservar nuestra familia para que haga el bien por más tiempo.
Carta a Jean-Marie Baudrand, el 11 de enero 1850, E.O. I n.126