EUGENIO CONTINÚA REFLEXIONANDO SOBRE CÓMO CONTRARRESTAR LOS EFECTOS DE LOS MALOS SACERDOTES

La Iglesia, esa hermosa herencia del Salvador que él había adquirido con el precio de toda su sangre, ha sido devastada en nuestros días…
… Es verdad que desde hace un siglo se trabaja en minar los fundamentos de la religión en el corazón y en el espíritu de los hombres con maniobras infernales. Es verdad también que la Revolución francesa ha contribuido prodigiosamente a hacer avanzar  esa obra de iniquidad. Sin embargo, si el clero hubiera sido siempre lo que nunca hubiera debido dejar de ser, la religión se habría mantenido, y no solo habría resistido a ese terrible choque, sino que habría triunfado de todos esos ataques e incluso habría salido del combate más bella y más gloriosa.

Su receta para la permanencia del clero “firmemente en aquello que nunca deberían haber cesado de ser”:

¿Qué hizo Nuestro Señor Jesucristo? Escogió a unos cuantos apóstoles y discípulos a los que formó en la piedad y llenó de su espíritu; y después de haberlos instruido en su escuela y en la práctica de todas las virtudes, los envió a la conquista del mundo, que pronto habían de someter a sus santas leyes.
¿Qué debemos hacer a nuestra vez para lograr reconquistar para Jesucristo tantas almas que han sacudido su yugo? Trabajar seriamente por hacerse santos; caminar valerosamente por las huellas de tantos apóstoles que nos han dejado tan hermosos ejemplos de virtudes en el ejercicio de un ministerio al que somos llamados como ellos; renunciar enteramente a nosotros mismos; mirar únicamente a la gloria de Dios, la edificación de la Iglesia y la salvación de las almas; renovarnos sin cesar en el espíritu de nuestra vocación; vivir en un estado habitual de abnegación y con la voluntad constante de llegar a la perfección, trabajando sin descanso por hacernos humildes, mansos, obedientes, amantes de la pobreza, penitentes, mortificados, desprendidos del mundo y de los parientes, llenos de celo, dispuestos a sacrificar nuestros bienes, talentos, descanso, la propia persona y vida por el amor de Jesucristo, el servicio de la Iglesia y la santificación del prójimo; y luego, llenos de confianza en Dios, entrar en la liza y combatir hasta la extinción por la mayor gloria de Dios.

Nota Bene (Regla de 1818)

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