LA IGLESIA TIENE DEMASIADO QUE LAMENTAR EN LOS NUMEROSOS SACERDOTES QUE LA DERRIBAN DAÑÁNDOLA

Antes de retornar a Aix, Eugenio pasó algún tiempo en un retiro de preparación. Él estaba marcado por el sufrimiento que había visto en París causado por la persecución de la Iglesia por Napoleón, y la indiferencia de demasiados sacerdotes sobre el estado de la Iglesia. El recién ordenado Eugenio se encendía  con sus ideales y deseaba que este mismo fuego ardiera en otros y curara las heridas de la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Era esta preocupación la que le hizo volver constantemente a la cuestión de los “malos sacerdotes” – hasta el punto de situar la reforma del clero como uno de los mayores fines de nuestra congregación en las Reglas de 1818 y después.

¡Ay! demasiado tiene que llorar la Iglesia por el gran número de los sacerdotes que la afligen con su insensibilidad ante sus males, que languidecen ellos mismos y desvirtúan todas las llamas del amor divino que deberían difundir entre los fieles, ante quienes ellos son los órganos del Señor y los instrumentos de su misericordia.
¿Querría yo aumentar su número? Dios me guarde de semejante desgracia. Antes morir en el instante mismo en que estoy trazando estas palabras.

Notas de retiro, agosto 1812, E.O. XV n. 106

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