Los anuncios, al final de cada sermón resumían los puntos principales del sermón e invitaban a la gente a llevarlos a cabo. El superior de la misión, el cual tenía la “sensibilidad” para la dirección de la misma, era también capaz de destacar aspectos del sermón que el predicador había omitido o que no habían sido tratados.
No puedo confiar a… las instrucciones que deben ser verdaderamente instructivas. He comenzado pues a hacer las instrucciones de la mañana, y las haré por la tarde, mientras las conveniencias me lo permitirán (porque hay que guardar las conveniencias, aún en misión haciendo predicar de vez en cuando a mis compañeros), pero supliré en los avisos que siguen a la oración, las omisiones de mi cofrade.
Carta a Henri Tempier, el 13 de marzo 1821, E.O. VI n. 63