QUE LA CARIDAD COMPENSE TODA DESAVENIENCIA EN EL CRISOL DE LA RELIGIÓN

“Mi querido Padre Martín, caí de las nubes al recibir tu carta. Estaba muy lejos de suponer los problemas en que te he puesto”.

Eugenio había transferido al Padre Martin a la comunidad de Aix en Provence y estaba sorprendido al saber que el cambio no había sido positivo. Parecía que el Padre Martin y el Padre Courtès habían tenido un malentendido cuando se encontraba en Aix anteriormente.

“No hace mucho manifestaste sentimientos del todo contrarios y recuerdo quedar tan complacido que lo hice notar. Creía tener la certeza de que lo sucedido hacía bastante tiempo estaba totalmente olvidado, como en efecto debería ser”.

Como Superior General, Eugenio tenía experiencia en las dificultades que algunos de los Oblatos tenían entre ellos y su actitud era instarles a trabajar en el bien común.

“¿Dónde estaríamos si tales rencores se perpetuaran? Pronto tendríamos que vivir solos, pues las quejas que crees tener contra el P. Courtés, otros pretenden tenerlas contra ti, y no terminaría nunca. Que la caridad compense toda desavenencia en el crisol de la religión”.
 
“En cuanto a mí, estoy decidido a suponer que no se puede actuar en forma diferente a lo que el deber exige. Te invito por el amor de Dios, a no dejar entrever ni en Aix, ni en otras partes, ningún desagrado  por lo que estoy obligado a pedirte. En ello va la paz y el bien de todos. El espíritu de tu vocación te hará comprenderlo”.

Carta al P. José A. Martin, Enero 10, 1845, EO X núm.  865

«La paz y el bien de todos”: buenos indicadores que recordar cuando tengamos desafíos interpersonales.

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