Al manejar el caso del difícil Padre Carles, Eugenio explica su forma de tratar a los Oblatos.
“Sabes bien que estoy muy apegado a este hijo y ciertamente le di una gran prueba de mi confianza al enviarlo a un seminario mayor como el de Ajaccio. No comprendió la actitud que debía tomar en algo tan delicado. ¿Es dejarse llevar, es falta de juicio, es falta de virtud? No lo sé. Mi deseo es que demuestre lo contrario en la comunidad de la que es parte y donde reina tan buen espíritu, tan pocas pretensiones, tanta sencillez, obediencia y dedicación.
Temo decirle todo esto por escrito, pues sé que es muy susceptible. Si hubiera podido hablarle, no habría dudado en hacerlo con franqueza, pero sabes que en persona me habría sido fácil contener todo, suponiendo que la verdad le molestara, mientras que por escrito difícilmente se puede modificar la expresión y dar a entender lo suficiente que solo se trata del bien individual y la mayor utilidad en el servicio que se espera de él.
Sé que un superior y sobre todo un padre como yo, no debería tener estos miramientos ni tanta precaución, ¿pero no les correspondería a mis hijos demostrarme que puedo actuar con ellos con más libertad y sin trabas?”