Al contrario de la correspondencia de los primeros años en Canadá, no ha sobrevivido mucho de ella entre el Fundador y los Oblatos en Inglaterra e Irlanda, lo cual es una pena, pues el celo y gran trabajo de los Misioneros Oblatos estaba ahí, según vemos en los pocos documentos con los que contamos.
El Padre Daly construía una iglesia en Penzance, en Inglaterra y requería fondos para terminar el proyecto. El Obispo Eugenio escribió al Consejo para la Propagación de la Fe, haciendo una solicitud.
Señores,
“…Aprovecharé esta ocasión para recordarles de las necesidades tan apremiantes en la misión de Penzance en Cornualles.
… He aquí lo que me escribe el P. Daly, en su estilo un tanto inglés.
“Me complace darle noticias de nuestra misión que, gracias a Dios, no pueden ser más alentadoras. Abrimos dos nuevas misiones, una en un pueblo llamado San Justo y otra en donde vive una de nuestras familias convertidas: Goldsithney. Abrí la misión de San Justo el 9 de este mes y fui a pie con el Hno. Dowling y uno de nuestros católicos pobres. Fuimos bien recibidos por la gente de San Justo, donde todos trabajan en las minas. Son gente sencilla, aunque su espíritu, influenciado por las malas doctrinas de sus sectas, tiene muchos prejuicios contra nuestra religión. Apenas entré en una casa fui rodeado por mujeres y niños, siendo un verdadero espectáculo, pues nunca habían visto un sacerdote católico. La dueña de la casa es hermana de una de nuestras convertidas, quien me recibió muy bien y se prepara para el bautismo. Pasé el día muy agradablemente de casa en casa, visitando a los habitantes del pueblo. En general fui bien recibido.
Acordamos que el sermón sería a las seis de la tarde, y volví a la casa donde debía predicar; a las cinco, las mujeres comenzaron a prepararla. De todas partes traían sillas y bancos; pronto se llenó con las personas más respetables del pueblo, y al no caber ya, tuvimos que quitar las ventanas. Prediqué a cerca de mil personas, quienes quedaron muy satisfechas. Desde entonces, varios han venido a decirme que eran católicos de corazón.
El próximo domingo bautizaré a diez personas, dos familias enteras… Bauticé a una anciana de 90 años… desde mi última carta he recibido a otras cinco personas… El domingo pasado dos hicieron su primera comunión: una chica de 18 años y un joven de 21. La chica será una santa… Hay muchas otras cosas muy interesantes relativas a la misión, pero me falta tiempo, se lo contaré en mi próxima carta”.
Eugenio concluye:
“Como pueden ver Señores, es importante mantener tan feliz comienzo. La mies será muy abundante en todo ese país hasta hoy abandonado; pero todo estaría perdido si el misionero no cumpliera las obligaciones contraídas. Les ruego, pues, considerar seriamente este asunto. Confío en su celo. Acepten de antemano mi agradecimiento, y el honor de ser su muy humilde y obediente servidor”.
Carta al Consejo de la Propagación de la Fe, Lyon, Julio 21, 1844, EO V núm. 88
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