Eugenio de Mazenod era un hombre de acción inmediata, y le frustraba que las comunicaciones con Canadá tardaran tanto, ya que el único medio de hacerlo era por cartas que viajaban en lentos barcos de vela. Como superior general, sus cartas a los superiores trataban muchos asuntos necesarios, algunos de los cuales requerían una acción rápida.
El padre Honorat siempre había tenido la manía de construir y modificar los edificios existentes en Francia. Ahora estaba empezando a hacer lo mismo en Canadá, y Eugenio se preocupó.
¿Quiere Ud., mi querido amigo, que os hable francamente? Encuentro bastante más grave, que a pesar de mis recomendaciones, no hayáis puesto freno a la manía que siempre habéis tenido de hacer y deshacer, demoler y construir. Tenéis que haberos entregado a unos excesos de ese género para haberos granjeado en el Canadá la misma reputación que tenéis aquí, para que los sacerdotes del país se hayan burlado de ello y para que Monseñor mismo haya tenido que intervenir. No teníais razón en San Hilario de gastar el dinero de la Diócesis y os prohíbo muy expresamente gastar el nuestro en Longueuil donde me ha informado que ya habéis formado mil proyectos más costosos unos que otros. No puedo en conciencia daros carta blanca.
No es suficiente la obligación que tenéis de consultar a vuestros cofrades; me reservo muy expresamente la aprobación del plan que sea.
Es así como se hace en toda Sociedad bien ordenada. ¿Sabéis que por muy Obispo que sea, no puedo cambiar un tabique en mi palacio sin haber enviado el plano al Ministerio? Eso mismo pretendo que se haga en todas partes en nuestras casas.
La primera cosa que tenéis que hacer es mandarme el plano de nuestra propiedad… Me daréis todos los detalles y me explicaréis todos vuestros proyectos. Hasta mi respuesta, no toquéis nada. Tenéis habitaciones para dormir, una sala para rezar y es bastante para el momento.
Carta al Padre Jean Baptiste Honorat, Enero 10, 1843, EO I núm. 14