“No creo que haya alguna Congregación que muestre a la Iglesia algo tan emotivo.”
Con esta típica hipérbola Mazenodiana, Eugenio dio inicio a 1843 en una nota de regocijo, al ver las actividades misioneras de sus hijos.
“Todos sus miembros están empleados al mismo tiempo en diversos países y en dos mundos para atraer las almas a Dios y luchar contra el infierno: Misiones en las diócesis de Marsella, de Fréjus, de Aix, de Aviñón, de Valence, de Grenoble, de Ajaccio, en Inglaterra, Irlanda, Canadá y en los Estados Unidos ¡es encantador!
Acabo de recibir cartas de Longueil dignas de ser impresas. El P. Telmon y el P. Dandurand, que tendría que hacer sus votos para Navidad, han hecho verdaderas maravillas en la diócesis de Nueva York; el Obispo querría confiarles además la iglesia francesa de su ciudad episcopal; mientras que el obispo de Toronto los llama para confiarles la misión con los iroqueses. “
Las vocaciones comenzaban a surgir en Canadá:
“A los tres sacerdotes novicios, con quienes cada día están más contentos, se ha unido un acólito de segundo año de teología y un profesor del colegio; varios más han hecho trámites para ser admitidos, y el Obispo lo aplaude y facilita, a pesar de las penurias de quienes están en las parroquias.”
Carta al Padre Hippolyte Courtés, Enero 4, 1843, EO X núm. 785