EL BIEN DE QUIENES TIENEN DERECHO A MI AFECTO Y ABNEGACIÓN

 Nathalie, la hermana de Eugenio tuvo cinco hijos. Uno de ellos murió en 1825 a los 12 años de edad, otro en 1829 a los 19 y ahora, el tercero, Luis de Boisgelin, acababa de morir a los 27.  La familia se encontraba devastada, y le pidieron a Eugenio, su tío, pasar algún tiempo con ellos para sanar, al norte de Italia. Él y el Padre Jeancard (antiguo Oblato y ahora sacerdote diocesano en Marsella) pasaron dos meses con la familia en Italia. 

“El golpe que acabamos de sufrir ha sumido y con mucha razón, a mi hermana y a mi sobrina en una profunda melancolía, que sería peligrosa para mi sobrina de prolongarse. Por ello ha sido necesario llevarlas a otro lugar para distraerlas de su dolor. Mi hermana difícilmente emprendería un viaje que no considera necesario para ella, aunque sienta que sí lo es para su hija. Considerando esto último  venció su reticencia, aunque fue necesario que yo tomara cartas en el asunto. Hubiera preferido a toda costa no tener que hacerlo; pero no estoy acostumbrado a hacer caso a mis reticencias cuando se trata del bien de quienes tienen derecho a mi afecto y abnegación.”

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 25, 1842, EO XXI

Esa fue la anotación en su diario personal, y escribió al Padre Tempier: 

“No es que me guste este retraso, pero es la menor de mis preocupaciones. Sólo he hecho este viaje por caridad y por justo afecto con mi hermana y sobrina; lejos de serme atractivo, tuve que imponerme hacerlo, por lo que mis molestias estuvieron calculadas de antemano y no me contrarían en absoluto. A lo sumo, puede haber algún mérito en ello. No hay nada más natural que el sacrificio que he hecho. La esperanza de restablecer la salud de una niña tan encantadora, siempre tan delgada y débil, unida al deseo de distraer a mi hermana de su profundo dolor, son motivos más que suficientes para imponer a un hermano y un tío sacrificios más grandes que el que hago con mucho gusto, aunque me cueste.”

Carta a Henri Tempier, Abril 30, 1842, EO IX núm. 762

Eugenio solía insistir en que los Oblatos no fueran tan apegados a sus familias, y sin embargo, él estaba muy apegado a la suya. ¿Sería tal vez que el ser privado de su familia le había causado un gran sufrimiento durante sus años de adolescencia en el exilio?

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