Luis de Boisgelin, hijo de la hermana de Eugenio había pasado cuatro años estudiando para convertirse en Jesuita. En 1841, a los 26 años había caído gravemente enfermo y al enterarse de ello, Eugenio escribe en su diario:
“Me resigno y acepto los designios de Dios, que llama con Él a una joven alma lista para el cielo.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Noviembre 21, 1841, EO XX
Tres meses después, Eugenio viajó a la comunidad Jesuita para despedirse de su sobrino.
“En Avignon, a la cabecera de mi sobrino, a quien ya le habían administrado [los santos sacramentos] cuando llegué, y la paz de su alma no se había alterado con el anuncio de su próximo final. Su dulzura, resignación y la tranquilidad conservada en medio de su sufrimiento, causaron la admiración de toda la comunidad y de los médicos que le atendían con un celo digno de su piedad.
Creí que su estado permitiría a su madre llegar a tiempo para verle una última vez. Me habría reprochado no haber podido procurárselo a esta buena madre, tan fuerte y resignada. Los padres no impidieron su presencia.
Cada día decía la santa misa en la habitación de mi sobrino, lo que le daba una gran felicidad en medio de su deplorable estado. ¡Pobre querido niño! Está consciente de todo y lejos de quejarse, da gracias a Dios y acepta su sufrimiento con la más perfecta resignación.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Febrero 8, 1842, EO XXI