LASTIMÉ SU CORAZÓN Y LE OFREZCO ESTE SUFRIMIENTO AL SEÑOR

Como su superior, para Eugenio de Mazenod en ocasiones era difícil el trato con algunos de los Oblatos, en especial si la persona era difícil y sensible. Comenta en su diario: 

“¿Quién podría adivinar la susceptibilidad de este padre? Se queja siempre de que no se tiene deferencia alguna con él.
 
En cuanto a mí, confieso que lejos de no hacerle caso, siempre le he amado mucho y muy a menudo he tratado de no disgustarle. Haciendo justicia a sus aptitudes, mi corazón de padre habría querido algo más para completar sus cualidades;”

En su expresión sincera, era obvio que Eugenio había lastimado a esa persona al tratar de ayudarle: 

“sin importar el cuidado que pusiera, lastimé su corazón.”

No era algo nuevo para Eugenio ni para ninguno que estuviera en el liderazgo, el sufrir un distanciamiento como resultado de algo que se dijera o corrigiera. Dolorosamente consciente de ello, Eugenio siempre miraba al Salvador Crucificado y se lo ofrecía.  

“Ofrezco esta pena al Señor, junto con tantas otras parecidas…”

Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 19, 1842, EO XXI

A menudo es difícil tratar con otros que necesitan modificar su comportamiento o actitud. San Eugenio nos enseña a hacerlo ante el Crucifijo, en especial frente a un rechazo o sufrimiento.

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