Eugenio continúa su carta a los desilusionados misioneros:
El desánimo es una debilidad. Si lo analizan bien, verán que es producido por el amor propio. El Señor, al otorgarles la sublime misión de sembrar, plantar y de regar, se ha reservado el conceder, cómo y cuando quiera, el logro y la madurez. Cumplan pues, con lo que se les ha encomendado hacer y dejen a Dios lo que sólo a Él le pertenece.
Carta a Jean Baptiste Mille, Diciembre 13, 1840, EO IX núm. 720
Aun cuando el ministerio de los misioneros Oblatos no tenía respuesta de la gente, Eugenio les recuerda que son instrumentos, y era Dios quien debía juzgar a la gente, y no ellos.
Un consejo de mucha utilidad cuando nos desalentamos al no tener las cosas como las deseamos.