OBISPO  DE  MARSELLA:  LA  CARGA   MÁS  PESADA  QUE  PUEDA IMPONERSE A UN DÉBIL MORTAL

En sus días de retiro, Eugenio reflexionó en su nuevo llamado y la actitud que debía tomar al realizar la tarea.

Ya que la suerte está echada y que, a pesar de todo lo que pude hacer hasta ahora para evitar la responsabilidad de una diócesis, mis cálculos y esperanzas fracasaron ante la maniobra realizada muy hábilmente y de seguro con buena intención de parte de mi tío, debo resignarme y sacar el mejor partido posible de mi nueva, y a mi ver, muy triste situación.

Había sido obispo desde 1832, aunque sin la responsabilidad fija de una diócesis, libre para servir donde considerara mejor.

Es cierto que ya era obispo, pero en cierto modo solo para mí. Nadie exigía mi ministerio; todo lo que podía hacer era inspirado por la caridad. Era libre, en una palabra.
   ¡Ahora es otro cantar! El episcopado, que hasta ahora había considerado solo como la plenitud del sacerdocio y complemento de las gracias que el Señor me ha  concedido a lo largo de toda mi vida, llega hoy tal como es en el aspecto pastoral de la  Iglesia, es decir, como la carga más pesada que pueda imponerse a un débil mortal.

Retiro de preparación antes de tomar posesión de la sede episcopal de Marsella, Mayo 1837, EO XV núm. 185

La gracia de Dios le había acompañado hasta ahora y fue ahí donde puso su confianza, sin importar lo pesado de la carga.

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