Uno de los momentos especiales de oración para Eugenio era poder unirse con sus seres queridos ante la presencia de Dios. En la tradición de los Oblatos hemos llegado a conocer este ejercicio como “oraison.” Siendo seminarista en París escribió a su madre una mañana de Navidad, describiendo cómo había estado unido a ella en la Misa de Medianoche, a pesar de la distancia que les separaba.
¡Ah! mi querida mamá ¿puede creer que he estado con usted anoche? Y meditando tanto sobre la santa Madre de nuestro Dios, que acaba de recibir gran consuelo al dar al mundo a su Salvador, y al mismo tiempo sentir tan vivamente la pobreza, la indigencia y la miseria en la que vio a su divino Maestro humillado por amor a los hombres, ¿cómo no acercarme a usted tan tiernos sentimientos? Sí, mi buena madre, hemos pasado juntos la noche al pie del altar, que para mí era el pesebre de Belén; juntos ofrecimos nuestros dones al Salvador, pidiendo nacer en nuestros corazones y fortalecernos en nuestras debilidades, etc.
Bien conoce mi corazón formado del suyo, así que debe bien saber que el sentimiento sigue vivo, tanto como en el de usted.
Carta a su madre, Diciembre 25, 1809, EO XIV núm. 37
¿A quiénes me uno frente al pesebre de Belén este año?