En los fríos meses de invierno, cuando disminuía la llegada de peregrinos al santuario, los Misioneros salían a las aldeas cercanas a predicar el Evangelio en prolongadas misiones parroquiales.
Desde ahí después de haber predicado la penitencia a esos buenos fieles y haberles exaltado las grandezas y las glorias de María, nos extenderemos por las montañas para anunciar la palabra de Dios a esas almas sencillas, mejor dispuestas para recibir esa divina semilla que los habitantes demasiado corrompidos de nuestras regiones.
Carta a Pierre Mie, octubre 1818, E.O. VI n.31
«En la Virgen que recibe a Cristo para darlo al mundo del que es única esperanza, los Oblatos reconocen el modelo de la fe de la Iglesia y de la suya propia.» CC&RR OMI, Constitución 10