Una de las formas utilizadas por los Oblatos al prepararse para la evangelización, era el estudio. Uno de los seminaristas había consultado a Eugenio sobre el uso de un libro de teología moral en particular. Se trataba del teólogo Concina, conocido por la rigidez y severidad de sus opiniones. Eugenio había accedido, pero después de alguna reflexión, se dio cuenta de lo que significaba para el Hermano escolástico Pons, quien estaba “inclinado a aceptar las opiniones exageradamente rígidas.” Le escribió de inmediato para que dejara de utilizar el libro y en vez de ello se volviera a la teología moral de Alfonso Liguori, que se basaba en el amor redentor de Dios.
Hice mal, mi querido H. Pons, al tolerar se alimentara de Concina, inclinado como está a aceptar las opiniones exageradamente rígidas. Concina no será nunca el autor de nuestra Congregación. Obtenemos la uniformidad de doctrina que se nos prescribe de autores más seguros; nos complace buscarla en quienes la Iglesia ha reconocido por haber llegado al cielo por una enseñanza contraria a la que usted simpatiza. Ligorio, el Beato Ligorio, que será canonizado, es el doctor al que más debemos aproximarnos. Los jesuitas y otras congregaciones son más exclusivas que nosotros; me contento por el momento con el término que he empleado; por eso, mi querido H. Pons, deje descansar a Concina en la biblioteca y tome a Ligorio para moderar la severidad de las opiniones que ha adoptado muy a la ligera. El pensamiento de ir por el buen camino, siguiendo las huellas de los santos le será de consuelo. Deseaba decirle todo esto en persona, pero mi conciencia me apresura a no dejarlo para mañana, estando en falta debido a mi condescendencia con poca reflexión.
Adiós, querido hijo, le bendigo.
Carta a Alexandre Pons, Enero 28, 1830, EO VII núm. 342
“Poner en práctica las enseñanzas de nuestra fe sagrada, no es suficiente para convencernos de su veracidad; debemos amarlas. El amor unido a la fe nos lleva a la práctica de nuestra religión”. Alfonso Liguori