UNA DURA SACUDIDA QUE ME LLEVÓ A LA PUERTA DE LA MUERTE

 

“Sin embargo, el Fundador creyendo que había llegado al final de su vida, había tomado todas las medidas que las circunstancias del momento dictaban. Había elaborado su testamento, revisado la Regla en cuanto a la elección de su sucesor, hablado con el P. Tempier acerca del noviciado, el escolasticado y juniorado. Solo esperaba el momento de su muerte, con la calma y serenidad de un alma predestinada.

La hora de la Providencia no llegó aún. El 16 de junio, no se presentaron los ataques de sofocación y la fiebre comenzó a ceder. Algunos días después comenzó el período de convalecencia sin que el Fundador tuviera que llorar la muerte de ninguna de las muchas víctimas que habían ofrecido sus vidas para que recuperara la salud. Dios estuvo satisfecho con su buena voluntad y con la admirable sumisión de su devoto siervo. ”   Rey 1 pág. 471

Así fue la segunda experiencia de frente a la muerte que experimentó Eugenio. La primera había sido en 1814, al contraer tifo de los prisioneros austriacos. Al salir airosos de un enfrentamiento con la muerte, todo parece y es visto en forma diferente. En 1814 su recuperación le enfocó a ver la derrota de Napoleón y la restauración de la monarquía como una invitación a una respuesta religiosa: la posibilidad de fundar a los Misioneros. Ahora, quince años después, se vio invitado a enfocarse con una nueva perspectiva a la situación política: el sentimiento anti-religioso en el país que llevaría a la revolución en 1830 y un período de profundo sufrimiento para Eugenio.

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