Como miembros de la Iglesia profética, los Oblatos han de ser testigos de la santidad y la justicia de Dios, reconociéndose ellos mismos necesitados de conversión.
CC&RR, Constitución 9
Por lo que parece una eternidad, hemos sufrido una campaña presidencial que parece tener como único objetivo buscar lo peor posible del oponente y dañar su reputación. Todos los días nos bombardean con la pregunta: “¿cuál es el nuevo escándalo o debilidad encontrada?” Desafortunadamente, en la democracia, las campañas electorales de muchos países del mundo han sido contaminadas de esta forma. En la reflexión del Padre Ron Rolheiser: “Lo que vemos en todo lo negativo que presentan los noticieros todas las noches, no es la energía del mal, sino el mal uso de la energía sagrada.”
Como miembros de la familia Mazenodiana, compartimos la función profética de la Iglesia: buscar y señalar la energía sagrada en medio de la energía del mal y acompañar a la gente en el viaje de la transformación.
¡PERO hay una condición! Es necesario que estemos constantemente en un trayecto de conversión personal que dé testimonio de la energía sagrada que buscamos a diario. De no hacerlo y tener la energía del Salvador, corremos el riesgo de ser como tantos políticos y utilizar los mismos métodos. Este es el peligro que nos señaló Eugenio en su declaración de visión, que conocemos ahora como Prefacio. Dirigido inicialmente a los sacerdotes Oblatos, su perspectiva y palabras pueden ajustarse y ser aplicadas a toda la Familia Mazenodiana actual.
Están convencidos de que, si se formasen sacerdotes inflamados de celo, desprendidos de todo interés, de sólida virtud, en una palabra: hombres apostólicos que, convencidos de la necesidad de su propia reforma, trabajasen con todas sus fuerzas por la conversión de los demás, se podría abrigar la esperanza de hacer volver en poco tiempo los pueblos descarriados a sus obligaciones largo tiempo olvidadas. «Cuídate tú y cuida la enseñanza, recomienda San Pablo a Timoteo; sé constante; si lo haces, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan» (1 Tim. 4, 16).
Prefacio
A menos que busquemos constantemente la conversión, no podremos resistir la crítica que atrae el ministerio profético.
“Cuando alimento a los pobres, me llaman santo. Al preguntar por qué los pobres no tienen alimento, me llaman comunista.” Obispo Hélder Câmara