Convencido de que su vocación al sacerdocio como respuesta al amor del Salvador provenía de Dios, Eugenio debía ahora convencer a su madre que su opción era obedecer. Le escribe:
que le expusiera mis razones y lograra su apoyo a un proyecto que ciertamente viene de Dios, pues ha pasado por todas las garantías que él exige en toda inspiración que parece extraordinaria y que esté sancionada por todas las personas que, para mí, son sus representantes.
Dándose cuenta de que las objeciones de su madre eran ocasionadas en parte por su miedo maternal de perderlo, le tranquiliza:
Ahora me falta, mi buena y querida mamá, tranquilizarla sobre lo que puede parecer más duro a la naturaleza. Dios no impone sacrificios por encima de nuestra fuerza. No se trata de separaciones desgarradoras, ni de alejamientos sin retorno.
Carta a su madre, Junio 29, 1808, EO XIV núm. 27
Nuestro bautismo lleva a cada uno de nosotros a una aventura divina. Hoy Eugenio nos invita a reflexionar en qué tan conscientes estamos en ajustar nuestras vidas a los planes de Dios.
“Dios debe movilizar y llevar nuestra vida a una aventura divina desconocida para nosotros; en la que siendo espectadores y actores al mismo tiempo de los maravillosos planes de amor, contribuyamos con nuestro libre albedrío momento a momento.” Chiara Lubich
