Al acompañar a Eugenio en su discernimiento vocacional, el Padre Magy expresó el centro de toda espiritualidad: una respuesta de por vida a lo que Dios ha hecho en la persona. En cada una de nuestras vidas existe una chispa de Dios que enciende el fuego en ellas y le da un significado y propósito. En el caso de Eugenio, fue el darse cuenta de la mirada y del amor en los ojos de su Salvador crucificado.
“La fuente de tu confianza radica en lo que Dios ya ha hecho por ti; y debiera ser un compromiso feliz de lo que hará por ti en el futuro, si no obstruyes su acción. Tu vocación es tan verdadera como podría ser. Es todo lo que necesitas saber. “
Hemos visto cómo la chispa que encendió la flama en Eugenio también le llevó a confundirse y tener una lucha interna. El consejo del P. Magy era realista: “Por lo demás, encomiéndate ciegamente a Dios. No esperes el dulce consuelo que la bondad paternal de Dios te permitió experimentar para darte apoyo y aliento. La fidelidad se hace especialmente evidente en el abandono, la oscuridad y las tentaciones. Tus estados de ánimo cambian. Dios es siempre el mismo y merece ser servido con la misma calidad en el celo. En los días brumosos, recuerda los días soleados.
La verdad que has recibido no te es revelada a través de los sentidos que no la pueden atrapar; es un rayo del cielo. Este rayo de luz ya no brilla, pero la verdad permanece.”
Carta del Padre Magy a Eugenio, Agosto 1808, citada en Rey I, pág. 88
“En los días brumosos, recuerda los días soleados” fue la invitación que Jesús hizo a los discípulos que experimentaron Su transfiguración y necesitaban recordar la luz en la oscuridad de Getsemaní y el Calvario. Esta invitación sigue vigente hoy en día, para que en los momentos de oscuridad y falta de consuelo, nunca perdamos de vista la chispa que nos dio luz – y continúa haciéndolo. Es donde inicia nuestra espiritualidad.
Desde mi punto de vista, Dios es la luz que ilumina la oscuridad, aun cuando no la disipe, una chispa de la luz divina se encuentra en cada uno de nosotros.” Papa Francisco
