Al acercarse el tiempo en que Eugenio diera el paso decisivo de ir al seminario y prepararse para el ministerio sacerdotal, su director espiritual, el Padre Magy lo apoyaba y alentaba continuamente.
“¡Oh día felíz, el aniversario de tu Bautismo! Cómo me llenó de alegría tu carta. Tus sentimientos me desconciertan, pero encuentro consuelo al estar desconcertado…
“Eres devoto de San Ignacio. Ese gran santo capacitó a tantos apóstoles. Te obtendrá la gracia de ser uno de ellos y lo serás. Presiento que así será …
Tienes el deseo de ser mártir, un deseo característico de un apóstol. Tus deseos serán cumplidos: ofreciendo tus sentidos e inclinaciones en sacrificio te harán mártir.
¡Adelante, ánimo! El campo es extenso, la cosecha abundante y los trabajadores pocos. Opaca todo.” Carta del Padre Magy, Agosto 1808, citada en Rey I, pág. 88.
El entusiasta e intenso Eugenio no necesitaba más aliento. Lo que le fue evidente el Viernes Santo estaba por comenzar a materializarse: apóstol, el deseo de una oblación completa en amor como mártir, ardiendo en celo por la salvación de los demás … Doscientos años después, la llama continúa ardiendo en la Familia Mazenodiana, construida en los apóstoles, en los mártires, en sus decididos misioneros, sus co-trabajadores… ¡Qué legado y qué reto el lograrlo, tener el valor y encender al mundo entero!
“Sólo quienes se arriesguen a ir demasiado lejos, tendrán la posibilidad de averiguar qué tan lejos pueden ir.” T. S. Eliot